Qué he aprendido

Escribo esto, no para dar ninguna lección de nada, Dios me libre... sino para que tus lecciones, escritas a fuego lento, no se me olviden a mí, cabeza loca, olvidadiza por naturaleza. Tengo que tomar en peso todo lo que he vivido, por eso te escribo. Nos estás puliendo con constancia, con tesón... ya llevamos unos cuantos años, en esta lucha sin cuartel.


Parece que ahora el tiempo está amainando, bendito seas, y espero que todo lo vivido no haya caído en saco roto. Sé que me quieres con locura, y yo estoy aprendiendo a verte detrás de cada acontecimiento... estoy aprendiendo a trascender, a ver un poco más arriba... y eso me gusta. Me he sentido muy querida por ti, llevas muchos años cortejándome... pero sé de primera mano que tus grandes amigos lo han sido después de pasar por muchas tribulaciones. Eso es así, ¿por qué? quizás porque para entrar por la puerta estrecha que lleva a Ti, hay que estar desinflado de vanidades, de soberbia, de querencias... Sabes? Creo que si yo fuera más humilde tú no habrías tenido que esmerarte tanto conmigo, no, no eres un malvado que busca el mal de sus hijos, no, tu eres un padre bueno que permite una serie de acontecimientos para que, como ya he dicho, me desinfle, reconozca mi poca cosa, y puedas Tú, crear tu obra en mí. Me quieres libre y confiada en tu regazo, y vive Dios que lo estás consiguiendo.

Es verdad que yo pensaba: "no tengo apego al dinero", bueno, puede... pero a lo que estoy trabada con toda mi alma es a mis hijos, los idolatro en muchas ocasiones, o al menos lo hacía, ahora, espero que ya no... tenía a mi familia absolutamente idealizada, quería la familia perfecta, los hijos perfectos, el marido perfecto, todo en amor perfecto... Y ese globo se desinfla. Vaya si se desinfla. Ya he visto como soy, lo que sale de mi interior cuando me tocas un poco a los hijos... ya sé lo que es que duela hasta el corazón, y no hablo en metáfora. Es dolor físico, tremendamente carnal. Pero todo esto tiene un sentido, nadie puede poner las manos en el arado y mirar hacia atrás..., tú nos quieres libres, y confiados, y vive Dios que lo estás consiguiendo.

No nos has evitado el sufrimiento, pero sí nos has sostenido en la prueba, y sé que cuando te grito, porque ya no puedo más, aconteces. Vaya si aconteces, y salvas. Y eso me da seguridad en medio de la tormenta. Incluso, sabes? en alguna ocasión me he sentido feliz en medio de la nada. Así haces las cosas... tú sabes mejor que nadie lo que nos conviene. Por dónde hemos de pasar, cuánto ha de durar este desierto... Pero soy tan débil, que temo que la próxima vez no tenga fuerzas... cuando, en realidad, las fuerzas me las das Tú. Sólo tú. Curioso.

Decía santa Teresa que por eso tienes pocos amigos, porque los tratas así, de esta manera... yo creo que no, que tienes pocos amigos porque la cruz nos escandaliza, nos provoca rechazo, -nadie quiere pasar por la cruz, icono de muerte, de dolor, de sufrimiento-, pero también es verdad que Tú la conviertes en cruz gloriosa, porque en ella, Señor, tú estás conmigo. Y eso es un gran misterio que no alcanzo a comprender.


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