Microrelato: Solución Convivencial

¡Vuela, príncipe, vuela! Espetó María a su hijo treintañero y nini cuando este sugirió a sus padres que se trasladaran al pueblo y le donaran el pisazo de Madrid. El niño atesoraba aires de grandeza y cero empatía. Insoportable. Pelayo no era un nini cualquiera: Dos carreras –Veterinaria y Reproducción de ganado-, tres másteres y un diploma en Salud animal le respaldaban. Sin embargo, no conseguía cuajar un trabajo. “No puedes meterle el termómetro a la vaca por el ano, pisar fango y vestir de Francis Montesinos. Todo a la vez”, decía su madre. Ahora, abriéndole la puerta, sentenciaba: “Chao pescao”. Otros post: Juan, el pastelero de Chamberí Tips para que tomes la mejor decisión: Sexo entre adolescentes