A la niña de mis ojos
Desde hace un par de días vengo dandole vueltas en la cabeza a algo que seguramente es fruto del amor que Dios nos tiene a ti y a mí. No sé si tienes la certeza patente, real, de lo mucho que te quiero. Yo soy poco afectuosa, lo reconozco, y bastante dada al juicio (y condena) como lo has podido comprobar en tu propia piel. Últimamente ademas, he dejado a un lado la prudencia, y me veo como un elefante en una cacharrería; dándome de bruces con todo, sin una idea clara de adónde quiero llegar, sin una luz al fondo de la estancia. Instalada en la necedad, soy una insensata que no pone trabas a su lengua descontrolada. Y así nos va. Esto nos hace mucho daño, lo sé. A ti y a mí. Porque tú tampoco te reprimes. Pues en medio de toda esta situación tensa, caótica, el Señor me está dando un poco de su luz, de esa que me falta. Y ahora veo que estos choques continuos, desmedidos, sin tregua, son una oportunidad única, grandiosa, para amarte. Para amarnos. Porque yo, que era la perfección a