Desde que Blanquito, el conejo blanco chino que tuvimos hace unos años "se fue a China" con su familia, no hemos tenido más animales en casa, hasta ahora. Aquella fue una experiencia traumática, porque el pobre conejito, a las dos ó tres horas de llegar a casa, ya estaba estresado. Tanto, que daba saltos y brincos en la jaula, como un poseso. Los niños, entonces pequeños, le tocaban y acariciaban continuamente, y Blanquito debió sentirse incómodo. Pero podría haber seguido con nosotros, de no ser porque lo colocaron sobre la mesa de la cocina y con el nerviosismo que llevaba encima, dio un salto al suelo, y se destrozó por dentro. Aquello fue terrible. Ahora, al cabo de los años, se han enterado de la verdad. Que no se fue a China. Que murió. Rocío (14 años) no daba crédito... ¿pero de verdad que no se fue a China? ¡pobre conejo! ¡Qué pena! Ahora, desde hace un mes, y tras mucho insistir los mayores en que querían tener mascota, tenemos en casa un jerbo (jerby), un pollit...