Como la sal


Hace un par de semanas que acompaño a mi hija Rocío a las catequesis para adultos que dan en la
parroquia. Son catequesis del Camino, las mismas que recibimos Jose Manuel y yo hace 14 años. Entonces Rocío tenía un año... ahora ella bebe de la misma fuente que bebimos nosotros. Para mí es una alegría enorme poder acompañarla. Sobre todo porque es como un volver a sumergirme en las mismas aguas. Las de la fe.

En aquel entonces yo llegaba maltrecha, herida y hambrienta (tenía un hambre enorme de todo lo que supiera a Dios...), estaba tan necesitada de Él que verdaderamente el Señor me pescó a través del sufrimiento. Ese fue su anzuelo. Lo mal que lo estaba pasando. Mi matrimonio hacía aguas y yo lloraba hasta por las esquinas. Recuerdo que no podía cantar... no me salía. No podía rezar... no articulaba palabra más allá de "Padre". Así llegué, y así Él me llamó por mi nombre.

Recuerdo, años más tarde, una eucaristía en concreto en la que las lágrimas me brotaban a borbotones, no podía contenerlas... y no eran lágrimas de tristeza, sino de alegría, de sanación. Una hermana, Elena, me tocó el hombro y me dijo: ¿Estás bien? Yo le respondí: Sí.  Y ella, razonando a su manera lo que estaba viendo, replicó: "Yo también me emociono en las eucaristías".
Ahora no puedo explicarme bien qué fue lo que ocurrió, sólo sé que mis ojos manaban agua y que me sentí tan querida... que aquello me curó. Fue como ver mi vida con ojos nuevos; con los ojos de Cristo. Y ver que todo estaba bien, maravillosamente bien hecho.

Ahora en las catequesis estoy reviviendo aquellos primeros tiempos. Todavía no hemos llegado a la catequesis de Abraham... de ella recuerdo una frase: "Sé tú una bendición". Esto me encantó. Eso era lo que yo quería, ser una bendición, y no una maldición para los que me rodeaban.

También recuerdo que entonces los catequistas nos dijeron, igual que lo dicen ahora, que nadie creyera que por escuchar unas catequesis o "apuntarse" al Camino se le iban a solucionar sus problemas de pareja, de salud, de trabajo... que el Señor -si de verdad nos estaba llamando- nos quería para otra cosa. Para algo mucho más serio, para ser Sal, Luz y Fermento.

Y te lo explicaban. Lo tengo ahora fresquísimo porque acabo de oírlo hace unos días.Obvio la explicación de porqué el cristiano ha de ser luz y fermento, porque sería muy largo, y me centro en la imagen de la sal.

 La sal es este condimento que sala la comida, que es necesario e imprescindible para que el cocido, por ejemplo, sea sabroso (un cocido, sin sal, está de pena). Pero la sal tiene que desaparecer, disolverse completamente en el caldo... si no es así no cumple su misión  (que es salar, dar sabor). A nadie le gusta encontrarse un tropezón de sal cuando se lleva la cucharada a la boca... en ese caso, lo escupimos. Lo mismo ocurre con el cristiano que no se diluye... ese, no sala... no deja que se vea a Cristo actuando en su vida.

El cristiano tiene que deshacerse, disminuir, desaparecer, para que sea Cristo el que se haga presente a través de él...y mueva a otras personas a buscarLe.

Es una imagen muy hermosa la de la sal. Todavía quedan unas cuantas catequesis, y seguramente refrescaré otras tantas "cosas" que en su día me tocaron el corazón. Todo esto viene en mi ayuda, sin duda alguna. Es como una vuelta a los orígenes. A lo mejor tiene razón Daniel, un catequista, quien al verme allí, entre los oyentes, me dijo: "¿repites? eso es que te estás convirtiendo".

P.D. Respecto a lo de ser Sal, creo que me va a tocar aplicarlo en mi trabajo. Sal que sala, pero que no ha de ser vista. Debo aparcar mi vanidad, aplastar a mi yo que lucha por sacar la cabeza y decir "aquí estoy", y diluirme salando (ojalá pueda hacerlo) deshaciéndome en el intento.

Por cierto, dijeran lo que dijeran los catequistas, lo cierto es que el Señor me ha regalado un marido "nuevo" (no es que haya cambiado de marido... ya me entendéis), quiero decir que ahora José Manuel ha encontrado el verdadero sentido de su vida, que es seguir a  Cristo, y esto, se nota. También el Señor me ha dado discernimiento para ver que mis sufrimientos no venían de fuera, sino de dentro de mí misma. El verlo y aceptarlo todo como un don de Dios hace que todo cambie de color. Bendito sea Dios.

Comentarios

  1. Hola Victoria, me ha gustado mucho tu entrada, me ha hecho recordar que, hace aproximadamente un año, yo también acompañé a mi hija a las catequesis. Fue un verdadero regalo que me hizo el Señor en un momento en el que lo necesitaba (El. como siempre, fiel a su cita). Disfruté mucho en estas catequesis y me di cuenta, después de diez años que yo las recibí, que todo lo que decian los catequistas era verdad, no se habian equivocado en nada, muchas de las cosas que escuché ya me habian pasado y me alegré mucho de estar en la Iglesia y del tesoro tan grande que tengo y que tantas veces desprecio. Bendito sea Dios! Un abrazo Victoria!

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  2. Marisa, encantada de conocerte, y me alegro de que podamos compartir lo más importante que tenemos, la fe. un fuerte abrazo. La Paz.

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