Carta de una madre cristiana a su hija adolescente (I)

 Reproduzco por su interés humano esta carta a la que he tenido acceso, y con el permiso de la madre la traigo a este blog. El nombre de la hija es ficticio, para preservar la intimidad de los implicados.

madre e hija adolescente (IA)

Cuando la he leído, me ha conmovido. Veo sobre todo el sufrimiento de una madre que, en los tiempos que nos ha tocado vivir, trata - con las "armas" de las que dispone- de iluminar de alguna manera el entendimiento de su hija. He aprendido mucho de esta madre. Os la dejo a continuación: 



Hola Alba, ¿qué tal? Te escribo esto porque hay veces que querría decirte cosas y después se me olvidan, y así, las voy apuntando aquí y después tú las lees, y ya está.

Lo primero que me gustaría decirte es que te quiero con toda mi alma, y que rezo por ti cada día (tu padre también) para que vayas descubriendo tu camino y llegues a ser esa persona maravillosa en la que Dios pensó desde los inicios de los tiempos.

No sé si sabes que Dios te lleva “tatuada en la palma de sus manos”, que eres “la niña de sus ojos” (todo esto lo dice la Biblia, no yo) y que todo lo ha creado para ti, todo lo ha puesto en función tuya, a tu “servicio”: tus padres, tus hermanos, tu familia, la creación entera, todo está puesto para tu ayuda, para que puedas desarrollarte como persona y ser “la mejor versión de ti misma” como dicen hoy los cursis.

Pero es verdad, Dios tiene un plan para ti, ha pensado en ti desde siempre, te conoce y te ama profundamente, sabe lo que hay en tu corazón y tiene su esperanza puesta en ti. Incluso cuando tú te desprecies a ti misma o no te quieras, Él ve más allá, te ve con sus ojos, y sabe lo que hay en el fondo de tu corazón. Sabe de tu necesidad y de tus miedos y de tus anhelos. Él conoce a Alba mucho mejor que cualquiera de nosotros.

Por eso, no tengas miedo, que Él no te abandona nunca.

Sí que es verdad que también dice en otra parte de la Biblia: “Les dejé que anduvieran según sus antojos” pero enseguida dice: “En un instante de enojo aparté mi rostro de ti, pero con amor eterno te quiero, dice el que te creó” (Isaías 54,8)

Es cierto que si te apartas de Él, si no quieres saber nada de Él, Dios lo respeta, dice san Pablo: “Incluso si eres infiel, Dios permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo”. No puede olvidar ni rechazar el amor que te tiene. Es tu padre, nuestro Padre, y ese es un límite, mira por dónde, que tiene Dios. Nuestro Padre no puede “No amarnos”, eso está fuera de su naturaleza, somos sus criaturas, más aún, somos sus hijos, con una dignidad impresionante obtenida por Jesucristo en la cruz.

Todo este “rollo” es para decirte que eres preciosa a los ojos de Dios, y que tienes una dignidad de Hija de Dios y de heredera del cielo, eso no lo olvides nunca.

Y que el Señor lo hace todo nuevo, solo hay que pedírselo: “Señor, hazme como tú quieres que sea” y Él lo hace. Jesús no pega los pedacitos rotos de una taza, no, Él con esos pedacitos hace una taza nueva.

Todo esto te lo digo para que sepas que puedes volver a Él cuando quieras, Él respeta tu libertad, no te atosiga, no te fuerza, Dios espera a su hijo y cuando lo ve a lo lejos, que se acerca a la casa, sale corriendo a abrazarle y le pone el anillo, la vestidura de hijo (no de esclavo) y las sandalias. Y celebra una fiesta, “porque este hijo estaba perdido y lo hemos encontrado”.

Así que, ¡ánimo! Todos hemos estado alguna vez –o unas cuantas- lejos de la casa del Padre, pero sí te digo que como en Casa, en ningún sitio. Yo también tuve un tiempo de alejamiento, en primero y segundo de carrera, a mis 18 y 19 años, en que no quería saber nada de Dios, influida por malos profesores que echaban pestes de la Iglesia, pensé que todo era mentira, que Dios no existía y si existía, se podía vivir perfectamente sin Él, pensé que la gente creía en Dios para huir del sufrimiento, para consolarse, como una vía de escape a los problemas… Te digo que fue el peor tiempo de mi vida, nunca me he sentido tan sola, tan triste, tan abandonada.

¿Y sabes dónde acabé buscando paz? En el último banco de la iglesia del Santo Sepulcro. Sí, ahí, dos años después de empezar ese tiempo de oscuridad y sin sentido, me encontré un domingo por la tarde sentada en un banco, en la iglesia, escuchando una misa, y otra, y un rosario, y una Adoración, y veía entrar y salir gente, y yo seguía allí, sin saber cómo volver a la casa de mi Padre.

Bueno, al poco tiempo tu abuela me obligó a ir a la Legión de María, y allí estuve 5 años, nutriéndome, alimentándome de Dios, más adelante, unos cursillos de oración (del P. Larrañaga) me devolvieron la alegría y la fe. Tuve un encuentro muy fuerte con el Señor y todo empezó a ir bien.

Si has llegado hasta aquí, te felicito, ¡menuda paciencia tienes!

Ánimo, que Dios te quiere a rabiar. 

Te quiero con toda el alma. Tu madre.

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