Dies natalis

Cómo afrontar la muerte de un niñoHace un par de semanas murió Bruno, el hijo de unos vecinos. Tenía seis o siete años. Ha muerto de cáncer y la verdad es que ha sido un mazazo; desde que nos enteramos mis hijas las pequeñas piden a Dios por él todos los días, en el coche, camino del colegio. Victoria de vez en cuando, por los pasillos de casa, sin venir a cuento, susurra: "Pobrecito, Bruno". Inés está empeñada en que cuando vea a Mario, su hermano, le va a decir: "Siento mucho que se haya muerto Bruno, y que te hayas quedado solo". Creo que la dejaré, porque ella también necesita manifestar sus sentimientos, y la verdad no hace daño a nadie si se dice con cariño.

Bruno volvió a su casa diez días antes de su muerte, después de una larga estancia en el hospital, y parecía que por fin, iba a curarse. Pero unos cuantos virus echaron por tierra cualquier esperanza. Esto último me lo ha comentado su madre, bastante entera, dadas las circunstancias.

Me ha dado mucho que pensar todo esto, porque yo apenas tengo trato ni con esta familia, ni con tantas otras que viven en mi bloque, casi puerta con puerta... me encierro en mi cascarón, saludo educadamente, y poco más. Me cuesta mucho darme, romper barreras, acoger de corazón... estoy demasiado enrocada en mi familia y pasan alrededor mía muchas cosas de las que apenas me entero. Quizás por esto todavia seguimos en este piso (en el que ya casi ni cabemos). Es posible que el Señor esté esperando un fruto que no estoy dando. Un fruto de misericordia. De acogida. De humanidad.

Sin embargo, me encantó un detalle que viví hace poco. Me acababa de enterar de que había muerto Bruno, y en las peticiones de la eucaristía, públicamente, pedí al Señor por él y por su familia... en el momento de la paz, se me acercó el asistente del sacerdote, y me preguntó: "el niño que ha muerto... se llama Bruno, ¿verdad?". -Sí, le dije asintiendo con la cabeza. Y cual no sería mi sorpresa cuando en la oración inmediatamente antes de la consagración, el sacerdote nombró a dos personas fallecidas, y a Bruno, para que el Señor las acogiera en su Gloria.

Así que me imagino al chaval, de la mano de Cristo, presentándose delante del Padre. Qué descanso saber que el mismo Jesús se hace cargo de este chavalín... del que no sé si quiera si está bautizado. También me alegra pensar que de alguna manera he podido ayudar a Bruno; que aunque no me haya entregado en vida, he podido interceder por él junto a la asamblea, cosa que me anima, porque los cristianos somos sacerdotes, profetas y reyes. Y como sacerdotes, mediadores ante el Padre, en favor de los hombres.

Y enlazo este hecho, tan duro, con unas palabras que he oido este fin de semana a una catequista. Nos decía: "Para Dios, no hay edad. El Padre te puede llamar en cualquier momento". Y es verdad. La muerte esta ahí, latente, desde el momento en que naces. (Y aún antes, si pensamos en el aborto). El Padre llama cuando lo cree oportuno. Y quizás para Bruno era éste su mejor momento. El Padre lo estimó así. Y lo llamó.

Ni un cabello de nuestra cabeza cae sin que el Señor lo permita, decía Cristo Jesús. Si esto es así, ¿a qué tanto miedo? Es curioso que el día de la muerte, para los cristianos, es el Dies natalis, el día del Nacimiento. Porque es cuando la persona nace a la Vida plena. Los primeros cristianos no estaban tristes cuando un hermano moría, sino que celebraban una gran fiesta, porque había pasado a la Casa del Padre. Esto hoy día también se da en las comunidades cristianas. Y es una bendición, sin duda.

Comprendo que es duro, durísimo para los padres... yo no sé cómo sobrellevaría esta separación... pero sé que el Padre está ahí, y que no es un justiciero, ni un maltratador, ni quiere nuestro mal. Es un Padre bueno que acoge al que sufre y le protege bajo su manto. Y sé que el Espíritu Santo viene a habitar en quien lo acoge. Y sin duda, asistirá a estos padres si hay cristianos que oran por ellos.

Comentarios

  1. gracias por contarlo! rezaré por Bruno y su familia.
    un beso

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  2. Gracias a ti, Florencia. No nos podemos ni imaginar el poder que tiene la oración al Padre, por mediación del mismo Cristo encarnado en la Iglesia.

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  3. Mi hermano Carlos falleció de un cáncer con 7 años cuando yo tenía 11. Gracias a su muerte, y después de un gran sufrimiento para todos nosotros, mis padres y yo entramos en la Iglesia, a la que hoy reconocemos como nuestra Madre. Dos años después nació mi hermano Mario y al siguiente año mi hermano Diego, con mis padres sobrepasados los 40. Ahora somos capaces de entender que Dios tiene planes mucho más grandes de los que nosotros nos imaginábamos o entendíamos, pero lo hace todo bien. Tengo un hermano santo en el cielo que intercede por nosotros.

    Victoria, una Palabra Suya bastará para sanarnos. Creo que esta familia necesita una Palabra. Mis padres escucharon: "Sólo Cristo en la Cruz puede sanar vuestras heridas"... y lo creyeron.

    Un saludo.
    La Paz.

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  4. Nito, gracias por contar tu vivencia. Sí, esta familia necesita oir hablar del Padre, y del Hijo... pero me cuesta tanto... reza por mí, para que tenga fuerzas y pueda hacerlo. un abrazo. la paz.

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  5. Hola, Victoria. Siempre sale uno fortalecido, de alguna manera mejor, escuchando palabras y esperanzas como las tuyas, como las vuestras. Saludos

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  6. Jose Antonio, aquí tienes tu casa, para lo que quieras. También tú puedes animarnos y fortalecernos a los demás. un abrazo.

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  7. Para mi que dios no existe, pero es tan bueno ver lo que genera en otras personas, esa esperanza, quisiera que me pase, pero no :(

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  8. Por supuesto que rezaremos por Bruno y su familia. También por tí, Victoria, y por tí también, Otro Punto de Vista. El gran poder de la oración... Mi hermano Carlos, desde la cama del hospital, cuando ya estaba muy mal, nos decía: "Vamos a rezar juntos, porque sólo de esta manera se me pasa el dolor..." Mi hermano con 7 años evangelizando desde su enfermedad... Recuerdo que mi padre le cogía en brazos y decía que sentía en sus brazos al Niño Jesús.

    Os aseguro que aquellas oraciones no cayeron en saco roto.

    Un abrazo,
    La Paz.

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  9. Otro punto de vista, la esperanza y la fe son dones de Dios, son regalos que Dios nos da; no es algo que nosotros podamos tener por nuestras propias fuerzas, pero sí que es verdad que se le puede pedir a Dios Padre que nos dé la fe. Y la esperanza. Y la caridad (el amor al otro). Que podamos ver más allá de lo que tocamos. Te aseguro que la vida cambia completamente.
    Y el Señor no desoye nunca esta petición. Te animo a que, aunque estés dubitativo, te pongas ante Él, y como puedas, le pidas que te dé ojos nuevos para ver. Ánimo.
    Hay un pasaje en el evangelio en que un ciego de nacimiento suplica, gritando, desgañitándose, a Jesús que pasaba por allí: ¡"Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí"! Y tanto gritó que Jesús, volviéndose y mirándole, le dijo: ¿Qué quieres que te haga?
    "Señor, que vea" Y Jesús, después de untarle los ojos con barro (sus miserias, el ciego llega a conocerse a sí mismo, y el proyecto que Dios tiene para él) mezclado con su saliva (su Palabra) le dice que se vaya a lavar a la piscina de Siloé. El ciego va, se pone en camino, de alguna manera, acepta lo que se le ha dicho, y allí,en esas aguas que actualizan la acción del Espíritu sobre el hombre, allí, recobró la vista.
    con todo esto lo que quiero decir es que le des una oportunidad a Cristo Jesús, que él tiene poder para sanar nuestras heridas y curar nuestras cegueras.

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