¿cristianos o vaticanistas?

Es verdad que seguir a Cristo es difícil. A mí a veces se me hace muy cuesta arriba. Y es porque no me apoyo en Él, que es el camino, la verdad y la vida. Tampoco me apoyo en su Palabra, no bebo en sus fuentes, y así, cansada, machacada por los problemas cotidianos, voy como un muerto viviente, arrastrándome, angustiada por cosas que me superan. Ese es el problema. El problema soy yo misma y mi afán por llevar yo mi propia vida, cargando con una cruz que es superior a mí, y a la que sólo podré abrazarme cuando le deje las riendas a Cristo.

Esto sería ser cristiano, para mí.

Primero tengo que cambiar yo, para después aportar mi contribución a la mejora del mundo. En la medida de mis fuerzas. Lo digo porque parece que ser cristiano para algunos, es luchar por el tercer mundo, acabar con el hambre, con las injusticias, con las opresiones... al final, pura palabrería, creo yo. Es verdad que Cristo quiere obras, y las obras hablan del corazón de cada hombre. Pero es imposible hacer todo eso, si primero no hay una transformación seria, una opción clara por Cristo. Primero el Señor tiene que cambiarme a mí (con mi consentimiento), para después, poder seguirle y realizar obras de vida eterna, no sólo más allá de los mares, sino también más acá, con mi familia, en mi entorno, entre mis conocidos. Este es el gran reto: que yo me deje convertir.

De vez en cuando visito Religión Digital, ahí escribe un periodista de quien voy a obviar el nombre, para quien la Iglesia se divide entre cristianos y vaticanistas. Un error, según mi forma de ver. Y es una pena porque él y otros tantos más, piensan que basta ya de estructuras, basta ya de jerarquías, que lo importante es acabar con el hambre, las guerras, y las miserias humanas... y tendrían razón si esa jerarquía no estuviera viva, si no siguiera a Cristo, y si no tratara de ayudarnos a los cristianitos de a pie... Lamentablemente, el hambre nos acompañará siempre, y no porque desde ya no pueda acabarse con ello, que sí que se podría hacer... sino porque el corazón del hombre es duro como una roca, y el egoísmo está ahí. Acabad con el egoísmo humano, y acabaréis con el hambre.

Acabo de leer un artículo del susodicho periodista hablando de las prisas por beatificar a Juan Pablo II. Denostando esta beatificación. Arremetiendo contra la Iglesia como jerarquía, y bla, bla, bla. Qué pena. Que desde los que se dicen formar parte de la Iglesia, se ataque la beatificación de un Papa cuya obra en favor de la humanidad es más que evidente. Si yo, personalmente, hoy estoy en la Iglesia es porque Juan Pablo II me atrajo hacia ella, y lo mismo que me sucedió a mí, le ha sucedido a mucha gente de mi edad (cuarenta y tantos) con los que he hablado de este tema. ¿Que hay más Papas, mas personas santas a las que no se les ha reconocido aún oficialmente su santidad? Qué duda cabe. Pero lo que me parece indigno e inmoral es que se ataque a una persona cuya entrega a Cristo y a la Iglesia es tan patente; un hecho clarísmo de que JPII es santo, es cómo vivió su enfermedad, cómo llevó esa cruz, delante de la humanidad entera.Todavía me acuerdo de su funeral, de tantísimo jóvenes y no tan jóvenes, velando sus últimas horas de vida en la tierra, el reconocimiento unánime de personas de distintos ámbitos de la vida pública y privada, de todo el mundo, rindiendo su respeto ante su cuerpo inerte. Me acordaba entonces de aquel salmo: Te verán los reyes, se pondrán de pie, los príncipes de la tierra se inclinarán, Yo te he elegido, te he elegido...".
Para mí es una gracia enorme haber tenido a este guía espiritual, a este Papa grande, magno. Y no me importa que se acelere su beatificación, está claro que es santo, y lo seguiría siendo aunque nunca se le reconociese públicamente. ¿Por qué este afán de tirar piedras contra nuestro propio tejado? ¿contra lo bueno, lo justo, lo verdadero?

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