En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: -«Nadie que ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que los que entran tengan luz. Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público. Mirad, pues, cómo oís, pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener». (Lucas 8, 16-18) Recuerdo clarísimamente, como si fuera ayer, que este evangelio me salió al azar durante la peregrinación a Colonia de 2005, íbamos a ver al Papa Benedicto XVI, en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud. Entonces, en el autobús, cuando se proclamó este evangelio dirigido a mí personalmente, me sentí tocada y "hundida". Me removió por dentro porque yo no sabía cómo ponerlo en práctica. Era consciente de que había recibido mucho, y de que el Señor me pediría cuenta de los dones recibidos... y yo tenía la sensación de que estaba escondi...