Carta para quien se considere cristiano

Me acaban de enviar un pdf que se titula: "Orientaciones para la gestión psicológica de la cuarentena por el coronavirus", parece que es necesario que sepamos cómo manejar el estar encerrados en casa, parece que necesitamos ayuda... psicológica. 


Pues a mi forma de ver hay algo en todo este asunto del coronavirus que se nos está pasando por alto, algo muy importante, y esencial, y es que No estamos solos. Y lo digo porque, una vez más, parece que nos olvidamos de Dios.


En la gestión de esta pandemia no interesa Dios, Dios no está presente, no le valoramos... "saldremos de ésta todos unidos", decimos, "el gobierno va a la cabeza", "los sanitarios lo están dando todo"... etc, etc. ¿En qué lugar recóndito hemos dejado a nuestro Padre? ¿A nadie se le ocurre invocarle? ¿A nadie se le ocurre pedirle? ¿Rogar a Jesús que interceda ante el Padre? Pero qué clase de hijos somos... Es que ya, ni "cuando truena", nada. Dios está desaparecido de la escena. Le hemos hecho desaparecer.

Y en esto mucha "culpa" la tenemos los mismos cristianos que acabamos siguiendo la corriente, y nos angustiamos, agobiamos, entramos en pánico... Pero ¿qué clase de fe transmitimos? No damos un ápice de esperanza al que tenemos al lado, internet se llena de memes pero no hay ninguna reflexión profunda de por qué, o mejor para qué nos pasa todo esto... Todos encerrados a cal y canto, llamadas continuas a la responsabilidad social, pero ni una sola llamada a Dios Padre.

"Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá" nos dice Jesús. 

No es ésta la primera pandemia que sufre la humanidad ni será la última, pero sí que hay una diferencia con respecto a otras de siglos pasados... en esta pandemia no hay misas, las iglesias están medio cerradas -no han dado el cerrojazo pero no están abiertas al culto-, y muchas personas se encuentran desamparadas, sin ese asidero espiritual que son los sacramentos, la Palabra de Dios, la Eucaristía, el cuerpo y la sangre de Cristo... 

En medio de todo este sinsentido, se nos olvida a los cristianos con relativa facilidad que Dios es Padre, que Jesucristo ha dado la vida por cada uno de nosotros para que podamos alcanzar un día la Verdadera Vida, y que existe el gozo en plenitud, ya aquí en la tierra y después en el cielo. El gozo en el Amor... se nos ha olvidado que el cielo está abierto, que Jesús con su sangre derramada nos lo ha entregado. En este tiempo incierto, conviene recordar que todo no acaba en una cama de hospital, que la vida de las personas que han muerto o morirán en los próximos días y meses no son vidas estériles, que hay Uno que da sentido y plenitud a cada una de estas vidas. 

No quiero decir con esto que haya que cruzarse de brazos y esperar el fatal desenlace (si llegase el caso)... al contrario, el Señor da esperanza, aliento de vida, a aquellos que lo buscan. Es momento de orar con insistencia, es momento de buscarle con todo el corazón, con toda la mente, con todas las fuerzas, Él está ahí, está RESUCITADO, créetelo, no estás solo. NO estamos solos.

Acojámonos a la oración. Es el momento de orar. "Quien me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él". Necesitamos ser Su morada. Habitados por él. Porque será la única forma de que podamos salir de nosotros mismos y ponernos al servicio. 
Será la única forma de que los cristianos realicemos la misión que se nos ha encomendado: dar esperanza. Reflejar su Rostro.


Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mirada en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él, en gloria". (Col 3, 1-4)


En otros tiempos, cuando la peste negra, el cólera... los obispos se ponían a la cabeza del pueblo de Dios y salían en procesión por las calles pidiendo al Señor que parase tanta atrocidad -no porque Él la hubiese provocado, no, "en mi roca no existe la maldad"-, sin embargo, hoy parece que somos más civilizados y nos quedamos en casa para no extender el virus. Sea como sea, lo que distingue a un cristiano en estos momentos de tribulación es la oración y el servicio. 
Dejemos de mirarnos el ombligo y pongámonos a servir a nuestros hermanos-semejantes. ¿Quién tiene miedo? Solo hay que temer una cosa, no estar en la voluntad del Padre. Estar alejados del Amor, eso sí que nos tendría que dar pánico, nuestra vida está en las manos de nuestro Padre ("¿Quién me hará temblar?").
Sólo hay que temer una pandemia, más mortal que cualquier otra, la del pecado; ese virus sí que corroe, ese virus deja a la persona seca, sin Vida, huesos secos, como decía el profeta Ezequiel:

Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos huesos?

Yo le respondí: Señor, tú lo sabes.
Y me dijo: Profetiza sobre estos huesos y diles: ¡Huesos secos, escuchad la palabra del Señor!

Así dice el Señor a estos huesos: Os voy a infundir espíritu para que viváis. Os recubriré de tendones, haré crecer sobre vosotros la carne, os cubriré de piel, os infundiré espíritu y viviréis, y sabréis que yo soy el Señor.

Yo profeticé como me había mandado y, mientras hablaba, se oyó un estruendo; la tierra se estremeció y los huesos se unieron entre sí. Miré y vi cómo sobre ellos aparecían los tendones, crecía la carne y se cubrían de piel. Pero no tenían espíritu.

Entonces él me dijo:
–Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: "Esto dice el Señor: Ven de los cuatro vientos y sopla sobre estos muertos para que vivan".
Profeticé como el Señor me había mandado, y el espíritu penetró en ellos, revivieron y se pusieron de pie. Era una inmensa muchedumbre.(Ez 37, 1-14)


Ánimo, que este es un tiempo de gracia. El Señor nos precede.  











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