¿Qué tiene que decir san José a los padres de hoy?

Día de san José


El Papa Francisco declaraba 2021 año especial dedicado a la figura de san José. En 2021 se cumplían 150 años desde de que san José fuera nombrado patrono de la Iglesia Universal, y es por ello que en ese año se pudo recibir la indulgencia plenaria los días 19 de marzo y 1 de mayo, días que por tradición se dedican en la Iglesia a la memoria de san José. Francisco, a través de su Carta Apostólica Patris Corde anima a los cristianos a reflexionar sobre este personaje histórico que tuvo el encargo de cuidar al Hijo de Dios durante su infancia y adolescencia. En Patris Corde, el Papa Francisco describe a san José como "el hombre que pasa desapercibido, una presencia cotidiana, discreta y escondida; un intercesor, un apoyo y un guía en tiempos de angustia. San José nos recuerda que aquellos que aparecen escondidos o en las sombras pueden jugar un papel incomparable en la historia de la salvación".


Buscaba la voluntad de Dios. El padre de Jesús tiene varias notas interesantes sobre las que habría que reflexionar… En primer lugar, José era un hombre justo (zaddik). Mateo el evangelista nos dice que María era prometida de José, según el derecho judío el compromiso ya vinculaba jurídicamente a las dos partes, aunque aún había que esperar un año para recibirla en su casa y celebrar el matrimonio. En esta situación, José constata que María está esperando un hijo, sin que él haya intervenido. José puede llevarla ante un tribunal –donde la condenarían a la lapidación- o entregarle una carta privada de repudio, decide esto último para no denunciarla. José, en constante oración, sin saber aún la autoría del embarazo, busca el bien de la mujer, “vive la ley como evangelio, busca el camino de la unidad entre la ley y el amor. Y así está preparado interiormente para el mensaje nuevo, inesperado y humanamente increíble, que recibirá de Dios”1. Justo es el que vive la ley desde el amor y la hace vida propia, eso fue lo que hizo san José. Pese a no entender nada, se abandonó en las manos de su Padre, y Dios le mostró el camino a través de un sueño.


Dios se comunica con José a través de sueños (“José, hijo de David, no temas llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,20). Dirá Joseph Ratzinger que un rasgo esencial de la figura de san José es “su finura para percibir lo divino y su capacidad de discernimiento”, en efecto, la sensibilidad de José para escuchar a Dios a través de su historia personal es lo que le permitirá adentrarse en la voluntad del Padre. José está íntimamente atento a lo divino, y usa del discernimiento para saber si lo que le ha ocurrido viene de Dios o se trata de un simple sueño. La respuesta de José no se hizo esperar: “Cuando José se despertó del sueño, hizo como le había mandado el ángel del Señor” (Mt 1:24). La obediencia le permitió superar sus dificultades y salvar a María.

Habría que meditar profundamente estas palabras del Papa Francisco, en Patris Corde: “A menudo en la vida suceden cosas cuyo significado no entendemos. Nuestra primera reacción suele ser de decepción y rebelión. José dejó a un lado sus propias ideas para aceptar el curso de los acontecimientos y, por misteriosos que parezcan, abrazarlos, responsabilizarse de ellos y hacerlos parte de su propia historia. A menos que nos reconciliemos con nuestra propia historia, no seremos capaces de dar un solo paso hacia adelante, porque siempre seremos rehenes de nuestras expectativas y de las decepciones que sigan”.

Hombre orante. Pero ¿cómo podemos extrapolar esta actitud de José a nuestras vidas? ¿Cómo podemos discernir los padres? Sencillamente siendo personas de oración intensa, escrutando la Palabra, colocando nuestra vida, nuestras tribulaciones a la luz de la Palabra. Dios habla a través de los acontecimientos de nuestra historia personal, también lo hace a través de los retiros, convivencias, comunidad, etc. donde la Palabra es proclamada, por último, también habla a través de otros hermanos en Cristo, es cuestión de estar atentos y abrir el oído. Al final de cada relato en el que interviene José, el Evangelio nos dice que se levanta, toma al niño ya su madre y hace lo que Dios le manda (cf. Mt 1, 24; 2, 14.21).

Como hemos dicho, José era un hombre orante. Se relacionaba con Dios, leía la Torá, iba a la sinagoga, rezaba el Shemá con su hijo, pero no solo eso, tenía una profunda fe, escrutaba y dedicaba tiempo a la Escritura y confrontaba su vida, su historia personal con la Palabra de Dios. Para José la intimidad con su Señor era lo primero, como así lo transmitió (junto a María) a su hijo, con el que rezaba tres veces al día… “Escucha Israel, Yahvé nuestro Dios es el único Yahvé. Amarás a Yahvé tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas (Dt 6,4).

José se tomó muy en serio transmitir la fe a Jesús y cuando el niño tuvo 13 años le introdujo en la sinagoga, donde viviría, a partir de ese momento, por sí mismo la fe adulta. En José se cumple esta encomienda de parte de Dios: “Que penetren en tu mente estas palabras que yo te dicto hoy. Se las repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado; las atarás a tu mano como una señal, y serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas (Dt 6, 7).

 Así, con la ayuda de José y María, Jesús crecía en gracia y sabiduría delante de Dios y los hombres (Lc 2, 52). Es decir, José se ocupó –junto con María- de poner en relación al Padre y al Hijo. Esto mismo es lo que se espera de nosotros, padres cristianos, que acerquemos nuestros hijos a Dios. Esa es nuestra prioridad. ¿Cuál es la misión de José? Cuidar del niño y de su Madre. Protegerlos, amarlos, introducir a Jesús en la vida de oración, de relación intensa con su Padre Dios, para llegado el momento, que este niño pueda realizar en plenitud la misión que le ha sido encomendada: el perdón de los pecados y la entrega de su propia vida por la humanidad entera.

¿Cuál es la misión de nosotros, padres cristianos? La misma que la de san José: Cuidar, amar, acercar a nuestros hijos al Creador y dador de vida, para que un día nuestros hijos puedan ser felices amando y entregando su vida por el bien de otros.

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