Ángel Manuel Pérez, locutor, imparte cursos intensivos para aprender a leer en misa

Angel Manuel Pérez, locutor de radio @victorialuque


“La clave está en el esfuerzo personal”


Ya en el año 200 d.C. algunos Padres de la Iglesia como Tertuliano, Justino o Isidoro de Sevilla pidieron que los lectores de la Palabra tuvieran una buena pronunciación, modulación, etc. Sin embargo, con el paso de los siglos, este servicio de lector quedó reservado a los sacerdotes. Será Pablo VI en 1972 quien redescubrirá este carisma de los laicos.

Ángel M. Pérez lleva seis años recorriendo distintas parroquias, seminarios y Hermandades de España, ayudando a los fieles a realizar dignamente la misión de lector. Con mucha gracia, este sevillano afincado en Madrid, relata: “Yo siempre les digo a mis alumnos, cuando leamos en el ambón, no demos la sensación de que nos hemos tragado el palo de una fregona” y continúa: “El miedo escénico es terrible, hay pánico atroz a leer en público; sin embargo, poco a poco llega la relajación, todo es cuestión de práctica”.

¿Cómo se le ocurrió la idea de ofrecer estos cursos de dicción a los fieles?

R.: Muy sencillo, yendo a misa. No quiero exagerar, hay quienes leen relativamente bien, pero es una minoría; la megafonía no suele ser buena, los templos son grandes, reverbera el sonido… el resultado final, lamentablemente, es que la Palabra no se oye ni se entiende. Toda esta situación me cuestionaba interiormente... ¿Qué puedo hacer para ayudar a la Iglesia? Así empecé, llamando a las parroquias y ofreciendo este curso para lectores de misa.

Extendido por Madrid, Cuenca, Toledo y Sevilla, ahora también lo imparte en Hermandades de Penitencia: “Hay un gran interés por parte de las Hermandades en hacer este tipo de cursos, porque ellos mismos han identificado el problema: los fieles se han habituado a no entender nada en misa. El curso está pensado específicamente para laicos, es un curso intensivo, dura tres horas y media, con quince minutos de descanso. En el caso de que lo imparta a seminaristas, entonces lo hago más extenso, de dos días de duración. También me he encontrado a sacerdotes que tienen un verdadero problema con la dicción; realmente no existe una asignatura de la disciplina de la voz en la Iglesia, hay cursos de liturgia cada dos años, pero la locución no se aborda”.

¿Qué tendría que hacer un laico para leer debidamente?

La clave está en el trabajo y esfuerzo personal, es decir, previamente debe leer la lectura que le corresponde al menos dos veces, y si es posible, en voz alta. Lamentablemente, casi nadie lo hace. Lo digo con humildad, yo soy un profesional del micrófono y aunque es raro que ocurra, me puedo equivocar, así que imagínese una persona no profesional. Además, las lecturas del Antiguo Testamento son complejísimas porque tienen muchos signos de puntuación, aparte de la complejidad de los nombres.


miscosasdehoyydeayer@blogspot.com

“Yo recomiendo que, en casa, practiquen la lectura en voz alta, al menos 15 minutos todos los días; cualquier tipo de texto, también el texto sagrado, lógicamente”


Por otra parte, yo recomiendo que, en casa, practiquen la lectura en voz alta, al menos 15 minutos todos los días; cualquier tipo de texto, también el texto sagrado, lógicamente. La disciplina de la voz es muy compleja, yo llevo 40 años dedicado a esto, y sigo leyendo en voz alta. El interpretar los signos de puntuación, las pausas, etc. eso lo da la práctica de la lectura en voz alta.


¿El lector debe ser un hombre de oración?

Yo estoy convencido de que si yo no hubiera sido una persona comprometida con la Iglesia, no hubiera dado ni un solo curso. Creo que es fundamental la fe y la oración, pero digo más, también puede pasar que haya personas que van a misa, pero tienen sus dudas… a éstas la lectura de la Palabra les puede ayudar a acercarse a Dios mucho más. Es un camino estupendo para reforzar la fe, para vivir en comunidad con otros cristianos.

El carisma de lector es un don que ya existía en la Iglesia desde los primeros cristianos. De hecho, el lector tiene una misión profética dentro de la Iglesia, tanto es así que la Palabra se actualiza cuando se proclama, se hace vida en quien la acoge, y el lector realiza la misión de profeta al llevar al cristiano una Palabra de parte de Dios… ¿Se valora suficientemente la figura del lector en la Iglesia?

R.: Relativamente. Hace un año el Papa Francisco decía “necesitamos buenos lectores”; sin ánimo de crítica, en la Iglesia se ha ido saliendo del paso como se ha podido… Los lectores somos instrumentos, somos el medio para que la Palabra llegue a la asamblea, y no importa que el lector, por lo que sea, tenga un mal día. Si tú interpretas la Palabra correctamente, al fiel le llega, aunque tú ese día estés seco por dentro, o no sientas nada, o tengas veinte mil cosas en la cabeza.


“Una condición imprescindible es entender lo que se lee, y si además lo llevas a la oración, y te has tomado un tiempo de intimidad con el Señor, eso ayuda”


Una condición imprescindible es entender lo que se lee, y si además lo llevas a la oración, y te has tomado un tiempo de intimidad con el Señor, eso ayuda, qué duda cabe. Y el miedo escénico sólo lo vas a superar cuando empieces a ser consciente de que “suenas”, de que se te oye, de que has conseguido atraer la atención de los fieles. Y esto tiene que ir unido a la humildad, que tanto nos cuesta; hemos de ser humildes.

Dice san Pablo que La Palabra es viva y eficaz, que es como espada de doble filo o como la lluvia que empapa la tierra y la hace germinar. La Palabra nunca vuelve de vacío sino que anida en el corazón de quien la acoge… Y el primer “acogedor” es el que proclama.

R.: El Señor se vale de todo para hacer su obra, también de los lectores, pobres instrumentos en sus manos. Este verano en Toledo, un alumno se me acercó y me dijo: “Ángel, no sabes cuánto me has ayudado… me has dado mucho ánimo, mucha ilusión por este servicio, yo tenía muchos miedos”. Le vi brillar los ojos, estaba entusiasmado; ser lector, en definitiva, es una vocación.

Y cuenta alguna anécdota, como la de Teresa, aquella alumna de 92 años, que leía muy bien pero tenía poquita voz: “Le ayudé a proyectar la voz, ella de niña hacía teatro con sus hermanas en su casa, en aquellos tiempos la televisión no existía casi, también con su familia leía en voz alta. Todo eso la ayudó muchísimo, ella interpretaba correctamente los puntos, las comas, hacía sus inflexiones, no como un profesional, pero lo hacía magníficamente bien. Era una mujer educadísima, un encanto de persona”.

Recuerda por último a un alumno que le confesó que, por circunstancias de la vida, no había podido aprender a leer y escribir bien: “Me dijo que quería superarse a sí mismo, que había tenido una formación muy escasa, y que tenía mucho interés por este curso. Trabajamos juntos la dicción, etc. Dos años después, lo encontré leyendo en la iglesia de San Isidro, y me quedé pasmado. Habría logrado superar sus miedos… ¿Cuál era su temor? Que el de al lado tenía estudios, y él era casi analfabeto. Le saludé y me llenó de alegría ver lo que había conseguido con su perseverancia”. Telf de contacto: 683 19 62 77

Victoria Luque. 

Publicado en COOPERADOR PAULINO.





Comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Deja aquí tu comentario, nos enriquece a todos

Entradas populares de este blog

Una rara avis

La conversión de Narciso Yepes