Rubiales y el príncipe de Blancanieves


polémica fútbol














Nadie que viva en España podrá negar la tormenta mediática y política, con rayos y truenos incluidos en forma de manifestación popular, que ha supuesto el "episodio Rubiales". De todos es sabido, pero en atención a los amigos de allende los mares, resumiré lo sucedido: El presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, en el acto de entrega de la Copa del Mundial de fútbol femenino, al saludar a la capitana del equipo español (Jenny Hermoso) le propina un beso en la boca, de esos de película... y ahí se armó el belén. Ella primero no da importancia al beso y luego sí... Él pide perdón, pero no dimite. Feministas, medios de comunicación, políticos, deportistas, etc. azuzan el fuego y piden la dimisión inmediata de Rubiales y por extensión de todo el cuerpo directivo, por apoyar en un principio al presidente.


Hasta aquí, lo sucedido. Me gustaría poner en una balanza este "beso" de muerte, que sólo ha traído dolor y falsedad a los protagonistas y a todo su entorno, este beso prepotente que seguramente acabará con la carrera profesional de Luis Rubiales, frente a otro beso, esta vez de cuento infantil, el beso que le da el príncipe a Blancanieves.

¿Por qué quiero hacer semejante comparación? ¿Me he vuelto loca? ¿Estoy menopáusica? No, no, no es eso. Desde antiguo, los cuentos en la tradición cristiana tienen una enseñanza, un mensaje de fondo, y el cuento de Blancanieves no rompe la norma. En dicha narración, la figura del príncipe deja entrever a Jesucristo, Él es el verdadero príncipe, el que quita el pecado del mundo. El profeta Isaías dice, acerca de la venida del Mesías: "Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre Eterno, Príncipe de paz". (Isaías 9,6)


"Eres hermoso, el más hermoso de los hijos de Adán, 
La gracia está en tus labios, eres bendito, el bendito para siempre" (salmo 45)
"Que me bese con los besos de su boca, mejores son que el vino tus amores", dirá el Cantar de los Cantares. Efectivamente, frente al beso dador de muerte, al acto insensato y fuera de lugar de alguien, quiero contraponer el beso de Vida, el beso que nos reconstruye (el príncipe con su beso resucita a Blancanieves), nos saca de nuestras miserias y nos devuelve la dignidad.

¿Y Blancanieves? Ella es la esposa, la humanidad doliente, enferma, postrada, a la que el príncipe se acerca y besa. El Señor nos da de su Espíritu santo con ese beso, que es fruto de intimidad y de amor verdaderos. Y quizás alguno se pregunte, ¿cómo puedo alcanzar ese beso? Sólo puedo decirte que yo lo experimento a través de la oración personal, del encuentro íntimo con aquel que me ama como soy, con mis fragilidades y pecados. También me he encontrado con ese amor en el sacramento de la reconciliación y en la eucaristía, para mí esos son los lugares privilegiados de encuentro con el Amado.

Ese beso de amor verdadero es el que Dios nos da a cada uno cuando nos dejamos obrar por él, cuando le abrimos las puertas de nuestra interioridad y le decimos "ven". Qué distinto a esos otros besos que no saben a nada y solo producen amargura.


Postdata: Una cosilla más, la esposa en este poema de amor, le pregunta al esposo que dónde apacienta el rebaño, para no ir con otros que la pueden alejar de la verdad y hacer correr detrás de otros dioses… Atentos todos, en lo que nos toca, porque las aguas están revueltas y hay muchos lobos con piel de oveja.



¡Que me bese con los besos de su boca!

Mejores son que el vino tus amores;

tu nombre es ungüento que se vierte,

por eso te aman las doncellas.



Llévame en pos de ti: ¡Salgamos¡

llévame en pos de ti, ¡corramos!

celebraremos tus amores más que el vino,

con cuánta razón eres amado.



Hazme saber, amado de mi alma,

donde apacientas el rebaño,

para que yo no ande vagabunda

detrás de otros compañeros.



Si no lo sabes, oh bella entre las bellas,

Sigue la senda de mis ovejas,

Y lleva por allí tus cabras

Hasta el jacal de los pastores. (Cantar de los Cantares 1, 2-8)

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