Mis cosas de hoy y de ayer

 Ella finge dormir acurrucándose en la almohada. Sabe que su padre, preocupado, vigila de cerca. Sabe que la noche será larga, que no habrá tregua, que los demonios se regodearán con su historia injusta y la pregunta, martilleante, tomará cuerpo y lo acaparará todo. “¿Por qué mamá? ¿Por qué se fue?”. Murió de la manera más tonta, ahogándose con una aceituna. Ahora, Guadalupe, 13 años, lucha contra sus ideas suicidas y en la oscuridad entrevé, como tantas noches, una presencia que la tranquiliza: ¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? Dice la voz de una mujer mientras la acomoda bajo su manto. Otros Post: Sexo entre adolescentes Juan, el pastelero de Chamberí

  ¡Vuela, príncipe, vuela! Espetó María a su hijo treintañero y nini cuando este sugirió a sus padres que se trasladaran al pueblo y le donaran el pisazo de Madrid. El niño atesoraba aires de grandeza y cero empatía. Insoportable. Pelayo no era un nini cualquiera: Dos carreras –Veterinaria y Reproducción de ganado-, tres másteres y un diploma en Salud animal le respaldaban. Sin embargo, no conseguía cuajar un trabajo. “No puedes meterle el termómetro a la vaca por el ano, pisar fango y vestir de Francis Montesinos. Todo a la vez”, decía su madre. Ahora, abriéndole la puerta, sentenciaba: “Chao pescao”. Otros post: Juan, el pastelero de Chamberí Tips para que tomes la mejor decisión: Sexo entre adolescentes

  “Como desde los 90, pienso que el mundo se va a la mierda”, le dije a mi amiga mientras nos tomábamos un té en El Jardín Secreto, lo más selecto de Argüelles. “Nadie quiere saber nada, todo es puro egoísmo, pura hipocresía” me contestó ella sorbiendo con delicadeza su té verde en taza de filo dorado. Allí estábamos las dos, después de un día frenético. Habíamos apostado todo a una carta, la de los negocios. Sin maridos, sin esclavitudes, eso sí dispuestas a probar como si en ello nos fuera la vida el “orgasmo por chocolate” o el “amor al  primer mordisco”. Imagen generada por IA Post relacionados: Dar el salto, los hijos son un don El hombre sin nombre

¿Puedo pedir otro deseo? Extrañamente, esa pregunta se fue abriendo paso desde lo más íntimo de mí. No sabía cómo había llegado a formularla, pero ella solita se sostenía en el aire firme, decidida, arrogante. ¿Otro deseo? Me estaba poniendo en evidencia. Mi sobrina de ocho años murmuró: “Tita, este rey mago es para mí”. Ya era tarde. El hombre de barba blanca cogió la pregunta del aire, la desempolvó y la puso en mi boca. “Habla, yo se lo pediré al rey de Reyes”, dijo. Así que, convirtiéndome en una niña y renegando de todos mis prejuicios, balbuceé: Me encantaría ser feliz. Victoria Luque (Imagen generada por IA) Post relacionados: Juan, el pastelero de chamberí                               Preguntas de un niño a los reyes magos

  Comienzo una sección de Microrelatos.  Los iré subiendo al blog con una cierta periodicidad.  Aquí va el primero. (Imagen generada por IA) Fue imposible de explicar, parece mentira pero las palabras se quedan cortas para comunicar ciertos sentimientos. Aquel día, me aturullé, fui incapaz de sacar fuera ese tremendo gozo que experimento cada vez que la miro a los ojos. Y ella me rechazaba, me miraba con una cierta ¿chulería? El caso es que no lograba captar su atención. Había mucha gente, ella iba de un lugar a otro, esquivándome, haciéndose la interesante. Al doblar una esquina la alcancé, sólo logré balbucear: ¡Te pillé! Entonces la abracé y ella, soltándose y revolviéndose, me espetó con sus dos años recién cumplidos: ¡Déjame, lela! Victoria Luque. Otros post: Tips para que tomes la mejor decisión: Sexo entre adolescentes