“Como desde los 90, pienso que el mundo se va a la mierda”,
le dije a mi amiga mientras nos tomábamos un té en El Jardín Secreto, lo más
selecto de Argüelles. “Nadie quiere saber nada, todo es puro egoísmo, pura
hipocresía” me contestó ella sorbiendo con delicadeza su té verde en taza de
filo dorado. Allí estábamos las dos, después de un día frenético. Habíamos
apostado todo a una carta, la de los negocios. Sin maridos, sin esclavitudes,
eso sí dispuestas a probar como si en ello nos fuera la vida el “orgasmo por
chocolate” o el “amor al primer mordisco”.
Imagen generada por IA
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