Una noticia del Semanario Alba, de donde por cierto, he extraído el chiste- ilustración de este post, me ha dado pie a algo en lo que quisiera ahondar: Los superhéroes normales, los de andar por casa, esos con los que nos cruzamos en el ascensor, o en el autobús, y que son más de los que nos imaginamos. A ellos va dedicado este post. Sin más preámbulos, traigo aquí el caso de mi vecina Lola, la que nos compró nuestra anterior casa. Mujer robusta y guapa, pero sobre todo, con corazón. Fue novicia en un convento, y se salió porque “le tiraba el mundo”, me dijo. Lola tiene esa fe vasta, enraizada en la lucha diaria, lo que se suele llamar, la fe del carbonero, dicho sea con todos mis respetos. Y cuando hablábamos -ahora vive fuera, y ya no la veo-, casi invariablemente, a lo largo de la conversación surgía el tema "Dios", entonces, con esa fuerza interior de la que hace gala, me decía: “Yo, al principio del día, le digo a Dios: Todo, lo bueno y lo malo, para arriba ...