María, que ninguno se pierda



María, madre, hoy quiero poner delante de ti mis preocupaciones,
sobre todo una, que tú sabes bien.
¿Por qué será tan difícil educar a los hijos?
Señora, tú, que también has sido madre,
y sigues siéndolo de cada uno de nosotros,
No desoigas mi súplica.

Tú, que cuidaste a Jesús, y le diste forma interior,
Le moldeaste
como unas manos moldean la arcilla

Ayúdame, ayúdanos a tocar el corazón de nuestros hijos,
ayúdame a orientarlos, a consolarlos,
dame fortaleza, paciencia y discernimiento.

Tú, Señora, que acogiste a Jesús, le curaste, le vendaste cuando
Venía llorando por esos caminos de tierra…
Tú que le abrazaste y fuiste su roca, en medio de la tempestad
No desoigas la súplica de esta madre,
y de todas las madres que como yo,
tienen el corazón inquieto.


Señora, que ninguno de mis hijos se pierda.
Acógelos como hijos tuyos, bajo tu manto.
Hoy, con nombre y apellido, te los hago presentes…
Los míos y los de tantas madres afligidas, en tensión por unos hijos a los que
Ya no pueden moldear más.

Señora, llega tú adonde nosotras ya no podemos llegar. Amén.

Comentarios

  1. Mis padres también se han empezado a dar cuenta que llega un momento en que los hijos no podemos beber de la fe de nuestros padres.

    Ahora toca sola a solo con Dios. Y Dios tiene preparada una historia de salvación para cada uno de tus hijos :)

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Leodin por recordármelo. No dudo de que es así, en ello confío. Mientras llega ese día, toca rezar y mirar a Cristo, con los ojos y el corazón puestos en él, porque si miro a mi alrededor, y a mí misma, me hundo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Deja aquí tu comentario, nos enriquece a todos

Entradas populares de este blog

Una rara avis

La conversión de Narciso Yepes