Consejeras sentimentales



No suelo leer estas secciones de “consejos”  sobre sexo, que dan en algunas revistas y periódicos llamémosles “lignt”, pero el otro día cayó en mis manos uno de estos  periódicos gratuitos, de estos que reparten en el metro, y leyéndolo topé con lo siguiente:
“Llevo dos años con mi pareja, y desde hace un tiempo he perdido las ganas de tener sexo con él. El sexo siempre ha sido bueno y creo que todavía le quiero, pero no hay manera de que me motive. A todas las parejas les llega el hastío y la rutina, pero considero que es demasiado pronto en nuestra relación. ¿Qué puedo hacer?”.

Bueno, hasta aquí, un caso de tantos… alguien que ha perdido el deseo sexual por su “pareja” –a mí el término “pareja” no me gusta, me da la sensación de que detrás hay una relación materialista, utilitarista, prefiero llamarle “marido”, “mujer”…  claro, si están casados.  Pero volviendo a lo que nos ocupa, lo sorprendente para mí  fue la respuesta de la supuesta consejera sexual, lo transcribo:  “Lo primero que tienes que hacer es reflexionar sobre tu relación, si tu proyecto de futuro, tus expectativas, se van cumpliendo o estás empezando a sentirte incómoda en la relación. El cuerpo es el primero que te avisa de que algo va mal. El sentimiento no es una buena razón para mantener una historia que se cae por su propio peso. La relación de pareja no puede sustentarse sólo sobre algo tan frágil y a veces tan tóxico como lo que llamamos cariño”.
Olé. Hombre, algo de razón tiene la “psicóloga”, la relación de pareja, sobre todo la del matrimonio cristiano, ha de sustentarse en algo más que el cariño… sí, en la voluntad. No se trata de que como ya no siento, le dejo; sino en que como no siento, me apoyo en el Señor y le grito, le pido ayuda porque Él es el que se ha comprometido con nosotros en que esto va a salir adelante. (Oye, y aunque parezcan tracas de feria, lo cierto es que funciona. El Señor está al quite. No deja que un matrimonio que quiere edificar sobre roca, quede destrozado a merced de los vientos. Esto lo digo porque lo tengo experimentado, y conozco a unos cuantos matrimonios –muchos- que han reconducido su vida de pareja gracias a que están y permanecen en la Iglesia).

Ya sé que estoy pisando tierras movedizas. Porque seguramente la persona que consulta, y sin lugar a dudas, el consultor, no son “gente de Iglesia”. Quiero decir, creyentes no lo sé, pero cristianos católicos… supongo que no. Porque la Iglesia tiene armas para defender el matrimonio. Los cristianos tenemos armas para luchar contra la desidia. Unas “armas” muy pacíficas, pero útiles: el primero, Jesucristo, que es el garante de mi matrimonio y de todos los matrimonios cristianos. Él es el que se ha comprometido conmigo; el que, cuando yo le grito –y ya le he gritado varias veces- sale en auxilio de su oveja desamparada, a merced de los lobos.  Si no fuera por Él, mi matrimonio se hubiera ido a pique, seguro. Hace unos años hubiera tenido mis dudas sobre esto, ahora no tengo ninguna. Es Cristo quien nos sostiene. Es la fuerza de su Espíritu Santo, es el sacramento de la reconciliación el que me da nueva luz para afrontar los problemas… es la eucaristía la que nos fortalece. Su cuerpo y su sangre. Él mismo entregado por nosotros. Este es el quid del matrimonio cristiano, es por esto que es indisoluble, porque el que lo garantiza es Cristo. Claro, si quieres luchar, si no te abandonas en los brazos del relativismo moral y de la desesperanza. Si Le buscas con toda tu alma. Pero hay otras armas también eficaces: la oración, la comunidad que reza por nosotros… y la ayuda de orientadores familiares que tratarán de dar luz sobre aquello que no está funcionando correctamente.

Pero esto no se lo puedo decir a esa chica que lleva dos años con su pareja, y ha perdido el deseo sexual, y aunque tiene cariño, no es suficiente, porque ese cariño “tóxico” hace peligrar lo más importante –según la sesuda consejera-:  el disfrute. Pero señora…  si cuando más disfrutas con tu “pareja” es cuando estás en comunión con él, cuando de verdad se da “una sola carne, un solo espíritu”, cuando sabes que para esa persona no eres un cuerpo que produce placer, sino alguien único en quien puedes confiar y a quien amas  -también con sus debilidades-. Pero esto no se lo puedo decir a una chica que vive inmersa en esta vorágine materialista y que consulta a una “consejera sentimental”. Lástima.

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