Ayuno y oración por Siria



Hoy es un día especial. Hoy puede ser un día hermoso para todo el que se apunte a esta iniciativa: orar y ayunar por los cristianos perseguidos. En particular, orar y ayunar por el pueblo sirio, que está viviendo situaciones que rayan la locura. Ha tenido que ser fotografiado un niño pequeño, boca a bajo, muerto en la turística playa turca de Ali Hoca Burnu, para que suenen las alarmas de todas las conciencias del mundo.

Ese día, en esa playa, murieron también otros niños, no sólo Aylan, también su hermano Galib de cinco años, más dos hermanos gemelos de año y medio que iban en otra barca, más un bebé de nueve meses, más dos hermanos de 9 y 11 años. Es el drama de los que huyen de la muerte y se dan de bruces con ella. Es el drama de los que quieren vivir en paz en su tierra pero han de salir precipitadamente con los niños al cuello o con el colchón a la espalda a causa de una guerra incomprensible, que ellos no han buscado. Es el despropósito de los despropósitos. ¿Quién para esto?  Siria, Irak, Egipto, Sudán, Pakistán... y un largo etcétera de países en los que llevar una cruz es jugarse la vida. Pero esta parte de la historia muchas veces, por no decir siempre, queda oculta, velada. Muchos de éstos que huyen del infierno son cristianos repudiados, perseguidos y acosados en su tierra natal. Acosados y asesinados por el Estado Islámico, por ISIS.

El papa Francisco ha convocado para hoy, siete de septiembre de 2015, una jornada de oración y ayuno por Siria. Quizás esto es lo único que no hayamos contemplado todavía, rezar, pedir a Dios Padre autor de la Misericordia, que rompa nuestros corazones impasibles. Que saque de nuevo agua de la roca. ¿Quién sino Él puede aliviar tanto sufrimiento?


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