25 años de casados

familia de Nazareth



Escribo esto para que no se me olvide. Dentro de una semana haremos 25 años de casados, Jose y yo. Toda una vida juntos, sí. Ya llevamos más años juntos, que cada uno por separado. Y tengo que decir que no me merezco al hombre que Dios ha puesto a mi lado, no, no lo merezco. Durante muchos años, he sido una necia de tomo y lomo; tenía tan idealizado lo que debía ser un matrimonio que no me he dado cuenta de que hería y despreciaba, sí, al compañero de mi vida. Tenía tan sobrevalorado el "sentimiento", que olvidé que el matrimonio se fundamenta también en la voluntad. En querer amar y dar la vida por quien tienes al lado. Con el "sentimiento" no se conoce a una persona; a la persona se la conoce a través del sufrimiento, a través de las tribulaciones que juntos hemos pasado. Satanás me engañó con los afectos. Me sentía no querida, y esto lo catapultaba sobre mi marido. Pensaba que yo era la buena, la que llevaba el peso de la familia, la guay, y que él, pobrecito, no daba más de sí... le daba de lado, no le consideraba, no valoraba su peso como padre de familia y como esposo. Una aberración. Sin embargo, él ha llevado todo esto calladamente, sin abrir la boca, evadiéndose sí, con el ordenador, donde pasaba horas y horas. En realidad, era la pescadilla que se muerde la cola.

Yo le despreciaba y él se refugiaba en su mundo particular, y yo, viendo esta actitud, me reforzaba en mi alejamiento de él. Así hemos estado muchos años, muchos.... y no sé cómo hemos podido avanzar, o sobrevivir a esta situación... ahí veo que a pesar de nosotros mismos, el Señor ha sido fuerte, ha salido en favor nuestro, porque a pesar de todo esto, y gracias a las celebraciones de Palabra, a las Eucaristías, a los hermanos de comunidad, y a Dios mismo que se nos ha hecho presente tantas veces en nuestro matrimonio... digo, que a pesar de esta herida mortal con la que vivíamos, a pesar de ello, nuestro vínculo matrimonial ha salido reforzado. Impensablemente. Fuera de toda lógica.
Si miro atrás, ahora le quiero muchísimo más, mucho, mucho, mucho más que cuando nos casamos. No hay punto de comparación. También las tribulaciones unen, y el Señor nos ha hecho pasar por unas cuantas...  hemos madurado como personas, como matrimonio y como cristianos. Ahora recuerdo el evangelio del día de nuestra boda:  "vendrán los vientos, soplarán sobre la casa, pero la casa resistirá porque está cimentada sobre roca".

Hoy hemos tenido Jose Manuel y yo, junto con nuestra comunidad, el rito de fin del Camino Neocatecumenal, en breve tendremos la renovación de las promesas bautismales; en la Pascua, y por pura gracia de Dios se nos impondrá la vestidura blanca, -sí, la que usan también los recién nacidos cuando se les bautiza en la pila bautismal-. Pues eso, seremos revestidos como hijos de Dios y herederos del cielo. Nacemos a una vida nueva, salimos a la vida de ese útero que es la Iglesia a la vez que nuestra cabeza,  Jesucristo. El cuerpo de nuestra comunidad, unido a la cabeza. Impactante. Hemos sido engendrados por el esperma del Espíritu hace casi 20 años, ahora -tras este camino largo de conversión y de renuncia a Satanás y sus obras, pompas y seducciones- surge una nueva criatura que tendrá con la ayuda de Dios, la impronta de Jesucristo.

Hoy, al hacer la renuncia a Satanás en un acto solemne en la parroquia, le he echado en cara a ese cabronazo el engaño en el que me había envuelto. Tantos años juzgando a mi marido, tanto tiempo detrás de un "ideal" de matrimonio que sólo existía en mi cabeza, dejando a un lado lo más importante, la aceptación de Jose Manuel tal y como es, también con sus defectos y pecados porqué no... ¿Acaso yo no los tengo? ¿Acaso soy perfecta? Satanás me engañó con esto, con la imperfección de mi marido y de mi familia, pero gracias a Dios la venda se ha caído de mis ojos. La bestia me ha robado durante mucho tiempo el poder vivir el sacramento del matrimonio en plenitud. Hoy empieza una vida nueva. Hoy el Señor nos regala una nueva oportunidad, una vasija nueva, un odre nuevo. Y para culmen, dentro de nada tenemos nuestras Bodas de Plata. Un regalo precioso que viviremos junto a nuestra comunidad que tanto nos ha ayudado, y junto a nuestros amigos y familia.
Verdaderamente el Señor está siendo grande con nosotros, y por esto, estamos alegres.


Postdata: Nuestro matrimonio ha resistido porque Tú has estado con nosotros todos estos años. La obra de ingeniería es tuya, Señor. Tu has salido fiador por nosotros, cuando no dábamos un duro por nuestra relación. Tú y sólo tú eres el artífice de esta unión, cimentada sobre roca. Tu eres el que nos das el vino nuevo. Tú el amor de nuestras vidas. Tú el garante de nuestra ilusión. Tú el que nos has abierto los ojos a la verdad, porque "la verdad os hará libres". Es cierto, nunca te podremos agradecer bastante que hayas estado ahí, con tu Palabra, con tu cuerpo y con tu sangre en los momentos de debilidad. La verdad nos hace libres, y fuertes. Y eso es obra tuya.

Gracias Señor porque lo haces todo bien, me has dado a la persona adecuada con la que compartir mi vida, en la que apoyarme en los momentos duros. Él me ha querido de verdad, Señor, y yo no me he dado cuenta hasta hace relativamente poco... Señor, te agradezco este regalo maravilloso que me hiciste hace 25 años, y te pido que no tengas en cuenta mi necedad.  Dame Señor la oportunidad de amar a mi marido como tú le amas. Concédeme Señor la gracia de un matrimonio según tu voluntad.

Post relacionados: Fiarse de Dios, ese es el punto


Comentarios

Entradas populares de este blog

Una rara avis

La conversión de Narciso Yepes