La fuerza del corazón (Testimonio de una Misionera Agustina Recoleta)
Me acaba de enviar este texto la Hna Ana, misionera agustina recoleta, ahora en Granada. Ha contactado conmigo a través del blog y llevada por el Señor, ha sentido la necesidad de compartir su experiencia de fe. Aquí os la dejo, para que la saboreéis.
Hola, soy Ana, religiosa
Misionera Agustina Recoleta. Quiero compartir con vosotros la experiencia de
Dios que llena mi corazón y da sentido a mi vida. Soy española, ahora he sido
destinada de nuevo a mi país, después de estar varios años de misionera en
México. Allí conocí a gente humilde, sencilla y maravillosa a través de la cual
me he sentido bendecida por Dios.
Con parte de la letra de la canción de una
cantautora de aquellas tierras, que hunde su inspiración en la profundidad de
San Agustín, quiero comenzar mi compartir: “Toma
el destino en tus manos, que dejen huella tus pasos, arriesga todo por tu
corazón. Oye la voz que te llama y graba solo en tu alma palabras que llenan de
amor. Lanza tus penas al viento y siente por un momento la fuerza de tu
corazón”.
En mi adolescencia, quería descubrir “eso” que era Dios. No había
prestado la atención suficiente entonces, para darme cuenta, que era Él quien
continuamente se hacía el encontradizo conmigo, cada vez que era capaz de
sentir la fuerza del corazón, de “bajar” al interior de mi misma. Él estaba y
está allí. Pero para poderlo escuchar solo tenía que interrogarme y
“descender”: ¿Qué habría más allá de la falsa seguridad de las cosas materiales
y relaciones superficiales? ¿Existiría algo en mi corazón más profundo que mis
máscaras, apariencias, ruidos y temores? ¿Por qué y para qué sentía “sed” y
vacíos que no se llenaban con las amistades, estudios, vivencias, ilusiones y
proyectos que cualquier chica de 16 años podía tener?
Siempre me llamó la
atención las diferentes actividades que realizaba la parroquia, así que por
curiosidad y por ayudar en algo, porque algunos de mis amigos ya lo estaban
haciendo, me acerqué más. Provengo de una familia creyente pero no muy
practicante en la Iglesia. Allí, conocí algo más de “ese” Jesús y ocurrió algo
nuevo y diferente; aquello que transmitía la Palabra de Dios tenía que ver con
mi corazón, con la vida, conmigo, no era diferente al día a día de cada ser
humano.
Todo comenzó a tener un sentido, había una conexión inexplicable entre
mi interioridad, mi vida, mis inquietudes y búsquedas, mis miedos, limitaciones
y temores; y una fuerza interna, algo así como una claridad, una alegría
diferente, una certeza, una PRESENCIA además de mi misma. Me sentí y descubrí
inmensamente amada.
Una realidad que sacudió también mi corazón en aquel
tiempo, fueron los testimonios de seguimiento de Jesús desde diferentes estados
de vida: matrimonios cristianos que vivían su fe en familia, el servicio
incondicional de algunos misioneros del pueblo, entre ellos, Agustinos
Recoletos, que desde diferentes partes del mundo venían en las vacaciones; la
presencia de un convento de Agustinas Recoletas de clausura con su entrega
incondicional a Dios en la oración y la cercanía y testimonio de atención, amor
y ternura hacia los ancianos de las Misioneras Agustinas Recoletas en una
residencia cercana.
También San Agustín salió al encuentro de mi corazón, para
susurrarle que él había vivido una experiencia parecida a lo que a mí me estaba
sucediendo. Así fue como me encontré en un momento de mi vida cara a cara
conmigo misma, con mi corazón y en él con el Señor. Contrasté mi ayer con aquel
hoy desde Dios que había descubierto y experimentado. No hay nada en el mundo
que pueda compararse con la alegría de sentirse habitada por la presencia de
Dios en lo más íntimo del corazón, que lo empuja a entregarse al servicio de
los demás.
No podía conformarme con la vida “que todo el mundo llevaba”,
necesitaba vivir desde “ese algo más” que había descubierto, sencillamente, en
mi interior. Y fue entonces cuando lo que había vivido hasta aquel momento pasó
a un segundo plano. Mi chico, mis amistades, mis estudios, mis proyectos de
futuro en un buen trabajo y sueldo, eran importantes, pero aquella fuerza del
corazón era más inquietante e insistente.
A la sombra de la oración, continué
mi búsqueda, seguí profundizando, conocí diferentes experiencias… y encontré
desde Dios mi razón de ser y existir. Lo arriesgué todo por mi corazón e
ingresé con las religiosas Misioneras Agustinas Recoletas, en cuyo carisma de
seguimiento radical de Jesús, me sentí identificada:
Servicio-Fraternidad-Interioridad.
Y tú, joven, que lees este escrito, ¿eres
capaz de pararte un momento en tu vida y escuchar la voz que te llama y grabar
en tu alma solo palabras que llenan de amor?¿eres lo suficientemente valiente
para tomar el destino en tus manos y arriesgarlo todo por tu corazón?
Colegio Ntra Sra de la
Consolación-Granada
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