Luis Ángel De las Heras (presidente de la CONFER: "Dios sigue enamorando"
A punto ya de terminar el Año dedicado
a la Vida Consagrada, Luis Ángel De las Heras, claretiano y
presidente de la CONFER, reflexiona sobre lo que ha supuesto este
acontecimiento para los consagrados, y por ende, para toda la
Iglesia.
La vida consagrada es un don para
toda la Iglesia. Me encantaría que nos hablase de la llamada de Dios
sobre cada consagrado.
Se suele decir que cuando una persona
se enamora de otra no hay una explicación clara sino que
sencillamente eso se ve, uno lo sabe, lo descubre, y la relación
entre Dios y el consagrado es una relación de enamoramiento. ¿Cómo
sabe uno que Dios le llama? Pues -piensas-en este momento lo sé, me
doy cuenta, me siento cautivado. Dios sigue enamorando en estos
tiempos y cautiva. Las personas consagradas se sienten enamoradas de
Dios y dispuestas a que Él llene toda su vida y la oriente para
entregarla. Con el consagrado Dios cuenta enteramente, de corazón,
de tiempo, de alma y de espiritu. El modo de vivir del consagrado,
además, es un modo de vivir cercano a la vida de Jesús, y para ello
hay que tener mucha libertad de espíritu y estar muy seguro de que
es Dios quien te está cautivando.
El papa Francisco ha propuesto el año 2015 como Año de la Vida Consagrada, y me gustaría que explicase- pensando en los cristianos de a pie- quienes son las personas consagradas, cómo viven y cual es su misión.
Todas las personas consagradas tienen un estilo de vida distinto al habitual, en el sentido de que no se casan, no tienen bienes propios -o si los tienen no los usan-, y además, aceptan tomar decisiones sobre su vida hablando con otros, sin decidir solos, sino en diálogo con otras personas. Los consagrados hacen votos de castidad, de pobreza y obediencia. El no casarse no es por el hecho de vivir solos sino por el hecho de darse enteramente a la gente sin tener un amor exclusivo, y además con la opción de poder amar a todos por igual, sin mostrar preferencias. El no poseer o no tener bienes propios es una opción que acerca al modo de vida de Jesús, igual que no casarse o decidir en comunión. Casi todas las personas consagradas vivimos en comunidad, porque al coincidir en un estilo de vida común, nos ayudamos mutuamente desde la fraternidad comunitaria. Dios sigue enamorando en estos tiempos y cautiva. Las personas consagradas se sienten enamoradas de Dios y dispuestas a que Él llene toda su vida y la oriente para entregarla. El evangelio del joven rico es ilustrativo de cómo puedes aceptar esa llamada de Dios o no, en tu libertad, porque Dios lo primero que nos deja a todos -después de amarnos- es la libertad. Y en esa libertad uno puede decir, bueno, lo sigo más de cerca o lo sigo de otra manera.
“Se ha
logrado impulsar la vida consagrada, no ponerla en un pedestal,
porque no tiene que estar ahí, pero sí ayudarla a ser lo que tiene
que ser”
“Es el Espíritu
el que dice cuando una forma de vida tiene que transformarse,
terminar, o continuar de otro modo, no las personas”.
¿Cuál es su balance de este Año
dedicado a la Vida Consagrada?
Es un balance muy positivo. Este año
se han conseguido varias cosas importantes, la primera es que la
vida consagrada ha sido respaldada por toda la Iglesia, arropada,
acompañada. En algunos lugares la vida consagrada no estaba siendo
bien considerada, o muy atacada o criticada, como si hubiera perdido
el norte... y en este año hemos visto que la Iglesia ha puesto a la
vida consagrada en su valor. Al mismo tiempo, la propia vida
consagrada ha despertado de una situación de noqueo, se sentía
decepcionada, desesperanzada en cierto modo, mirándose mucho así
misma en sus problemas: somos mayores, tenemos pocas vocaciones,
diferencias entre nosotros, en la Iglesia hay gente que no nos
aprecia... Este Año ha servido entre otras cosas para que las
personas consagradas hayan despertado y digan: vamos a dejar de
mirarnos a nosotros mismos, vamos a ver qué podemos hacer. Ha sido
un gran impulso el que se nos ha dado.
¿Han hecho memoria de la propia
historia, como pedía el Papa Francisco?
Sí, por supuesto.
He leído la Carta Apostólica del Papa Francisco a los consagrados, y es muy esperanzadora. Francisco, recogiendo las palabras de Benedicto XVI, dice, por ejemplo: “No os unáis a los profetas de desventuras que proclaman el final o el sentido de la vida consagrada, más bien revestíos de Jesucristo (...) reemprendamos siempre nuestro camino con confianza en el Señor”.
Efectivamente, Benedicto XVI lo denunció; los profetas de desventuras son los que dicen “la vida consagrada ha llegado al final, tiene que terminar, y ahora vendrán otras formas de seguir a Jesús”, pero Benedicto XVI y el Papa Francisco nos han dicho que no nos dejemos llevar por esta idea. Es verdad que algunos religiosos pensaron, con la mejor de las voluntades, que a lo mejor había que terminar. Pero eso se llama eutanasia, activa o pasiva. Y esto lo he sostenido en varios foros: si la Iglesia lucha contra la eutanasia, está clarísimo que no debe permitir la eutanasia dentro de una de sus formas de vida. Eso estaba ocurriendo. Y me parece injusto. Las personas no somos quienes para decir cuando una iniciativa del Espíritu tiene que continuar o debe terminar; nosotros somos gente de Iglesia y gente de fe, y tenemos que saber que es el Espíritu el que dice cuando una forma de vida tiene que transformarse, terminar, o continuar de otro modo. Pero hemos sido nosotros los que hemos estado diciendo estas cosas, no desde una perspectiva de fe, sino desde valoraciones muy humanas, respetables, pero erróneas.Y yo agradezco que Benedicto XVI hiciera este llamamiento y que el papa Francisco lo haya recogido. Ya el papa Juan Pablo II -lo cita también Francisco- en su Carta Vita Consecrata n.110 decía, en el año 96: “vosotros, religiosos, tenéis una gran historia que contar, pero también una gran historia que construir”. Es decir, mirad al futuro, que es del Espíritu.
El Superior de los Carmelitas
Descalzos, Miguel Marquez, en unas Jornadas de la CONFER ha dicho
cosas muy interesantes: “Los santos nos buscaban estrategias para
irradiar luz, no estaban obsesionados por dar testimonio, hay que
hacer experiencias de silencio, y vivir desde la raíz, buscar a
Dios, escuchar a Dios y despojarnos de nosotros mismos... necesitamos
urgentemente desamortizarnos”.
Sí, Miguel hace
mucha referencia a estar centrados en la oración, a estar centrados
en Dios. Todo lo que hacemos los consagrados no lo podemos hacer si
no estamos centrados en Dios, y esta es la tesis que de mil maneras
hemos ido repitiendo a lo largo de este Año. El Papa también lo
dice: hacéis grandes proyectos vocacionales, pero lo que importa de
verdad es que viváis conectados al Señor, y estando conectados con
el Señor seréis personas alegres, irradiaréis la alegría de
vuestra vocación y del seguimiento de Jesús y del evangelio, y eso
no hace falta que lo preparéis y lo programéis, porque saldrá
espontáneamente si realmente sois auténticos.
Uno atrae cuando es feliz, cuando es
alegre, cuando vive auténticamente...
-Sí. Lo que pasa
es que en eso de la atracción yo también tengo mi particular
experiencia. Yo pienso que hay consagrados y consagradas muy
auténticos que viven insertos en este mundo y conectados a Dios de
una manera admirable y extraordinaria, y sin embargo, son admirados
pero no atraen, porque aunque la atracción es verdad que se da de
ese modo y no de otro, porque si una persona no está convencida, no
es auténtica, no es alegre... no es atrayente, sin embargo, cuando
se da esto, a veces son admirados, pero no seguidos. Porque además,
ahí entra el misterio de la relación entre Dios y cada persona, y
hace falta que la persona esté dispuesta a escuchar el mensaje,
¿busco esta manera de entender la vida? De hecho ha pasado en
algunos lugares que cuando la presencia religiosa se ha marchado de
allí, la gente lloraba por esa ausencia, y sin embargo estando ahí,
estos consagrados no habían conseguido atraer a su forma de vida a
otras personas. Reconozco que esas presencias eran muy hermosas, y
ayudaban a la gente que vivía ahí a ser mejores personas, y
ayudaban a ese pueblo a vivir en mayor armonía, a tener mejores
sentimientos. Eso es evangelizar. Comento esto porque el Papa ha
dicho que nosotros los consagrados creceremos por atracción, y
Benedicto XVI también decía que la Iglesia crecerá por atracción,
si somos convencidos, alegres, felices... pero yo digo, depende.
Nosotros debemos ser coherentes por nosotros mismos, por ser fieles a
lo que hemos sido llamados.
Victoria Luque.
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