“Sufrí mucho pero me alegré de ser cristiano”

los jóvenes y la muerte


Juan Carlos Sainz de Rozas Poblet tiene 16 años, estudia 4º de la ESO y pese a su juventud, ya sabe lo que es perder a un amigo de una forma trágica.


-Tú te declaras cristiano, pero ¿has dado ya el salto a la fe adulta? ¿Has pasado ya de lo que que te han transmitido tus padres, a tu fe propia, personal?


-Estoy en ello. Hace un año más o menos, que empecé a descubrir esa fe adulta; hasta entonces había escuchado a mis padres, ahora, además de esto, intento pensar por mí mismo, investigar por mi cuenta, acercarme más a ese Dios del que me han hablado tanto.

-Eres el mayor de seis hermanos. Eres adoptado, ¿cómo has vivido esta realidad tuya?

-Lo he vivido siempre de una forma muy natural. Mis padres nunca me lo han ocultado, desde pequeño sé que soy adoptado. Nací en Guatemala; tengo otros dos hermanos adoptados también, y lo piensas y dices: “está fenomenal”. El hecho de que mis padres fueran a buscarme a la otra punta del mundo me parece algo muy bonito. Yo soy muy feliz, intento no quejarme y ser agradecido.

-Supongo que en este hecho, la adopción, habrás descubierto de alguna forma el amor que Dios te tiene.

-Sí. El año pasado, estando en la convivencia de transmisión (yo vivo mi fe en el Camino Neocatecumenal) hicimos una encuesta sobre si teníamos alguna experiencia del amor de Dios en nuestra vida, y pensándolo, me di cuenta de que Dios había hecho algo enorme conmigo… yo he nacido en otro continente, en otro ambiente seguramente muy distinto al que ahora tengo. Y sin embargo, estoy aquí, en España, con unos padres que me quieren, con unos hermanos, en una comunidad de fe… todo esto lo ha hecho Dios porque me quiere.

Por otro lado, también veo la acción de Dios en el hecho de que mis padres no podían tener hijos, y ahora somos seis hermanos. Mi madre desde pequeña siempre quiso formar una familia y para ella era un dolor muy grande no quedarse embarazada; estoy seguro de que si no hubiera estado en la Iglesia, ella no lo hubiera llevado de esa forma: con fe, con paz. Ahora somos seis, y tengo claro que detrás de todo esto, está Dios.

-Tú, además, has vivido hace relativamente poco, una experiencia trágica. Tengo entendido que se murió un amigo tuyo en accidente de coche, y otra amiga estuvo muy grave…

-Sí. El año pasado murió un amigo mío en un accidente de coche, y a la hermana de mi mejor amiga le amputaron una pierna, además de estar en coma dos meses. En el coche también iban otros dos jóvenes a los que no conocía, y que también estuvieron ingresados en el hospital. Todo fue muy doloroso, pero nos unió a todos los compañeros del colegio muchísimo. Sufrí mucho, pero me alegré de ser cristiano, porque veía a mis amigos que no creen desorientados, diciendo, ¿y ahora qué?, no lo entendían… Yo lo viví de otra manera, sabiendo que la muerte no es el final.

También hubo un momento muy impactante para mí: El accidente fue por la mañana, pues por la tarde se celebró una misa para rezar por mi amigo que había muerto y por los otros tres jóvenes que estaban en el hospital. Y en un momento de la celebración, las monjas del colegio (en Montecarmelo) cantaron el Resucitó, aquello me emocionó muchísimo -y eso que destrozaron el canto- porque en ese instante yo me estaba preguntando el porqué de tanto sufrimiento... Y ese canto me ayudó. Dije, sí, está Dios detrás de todo esto.

-¿Pudiste confortar a tus amigos?

-Más bien fueron mis amigos creyentes los que me confortaron a mí. Recuerdo que al día siguiente hubo una oración en otra iglesia de Mirasierra, y entonces ya nos habían dicho que a mi amiga tenían que amputarle la pierna, yo estaba hundido, pensando continuamente en porqué Dios permite estas cosas. Y supongo que por la cara que tenía, sin yo decirle ni una palabra, un amigo mío vino hacia mí, me dio un abrazo, y me dijo: “Venga, Juan Carlos, que a Dios no hay que entenderle, hay que quererle”. A mí aquello me ayudó muchísimo.

-Y ahora, ¿qué tal está tu amiga?

-Después de los dos meses en coma, y de otros tantos en el hospital, ahora ya está bien, está siempre sonriendo, vive cerca de mi casa. Ellas son siete hermanas, y después de lo que ha pasado, cualquier otra persona se hubiera encerrado en casa, sin salir, amargada… ella no. Es increíble cómo lo han asumido ella y su familia. Están siempre dando gracias a Dios, y contando, a quien les pregunta, que Dios es amor. Al ver a esta familia me he dado cuenta de que es imposible que vivan de esta manera, si Dios no estuviese sosteniéndolos.

-¿A tus amigos les hablas de Dios?

-Mi actual colegio es una Academia, son chicos, que han tenido problemas en los estudios; la verdad es que me gustaría ser más valiente y hablarles de Dios, darles alguna palabra de ánimo, desde la fe, pero no lo he hecho todavía porque no me veo capacitado.

-¿Tienes amigos ateos?

-Tengo amigos de todo tipo, pero no me dejo influir por las cosas que ellos me puedan decir… De todas formas, con los que me voy, la mayoría son creyentes, del colegio El Prado; y éstos, por estar en un colegio religioso, me dan mil vueltas en religión. En general, yo no he tenido nunca problemas por ser cristiano, al revés, a veces han sido ellos los que han tenido que “enderezarme” a mí.

-¿A raíz del accidente, has visto algún cambio en tus amigos?

-Sí, algunos compañeros míos de mi actual colegio han cambiado en su forma de “entender” a Dios. Antes eran unos “viva la vida”, no se planteaban el tema de la muerte, ahora han madurado.



“Nací en Guatemala; tengo otros dos hermanos adoptados también, y cuando lo piensas, dices: está fenomenal. Que mis padres fueran a buscarme a la otra punta del mundo me parece algo muy bonito”


“Veía a mis amigos que no creen desorientados, diciendo, ¿y ahora qué?, no lo entendían… Yo lo viví de otra manera, sabiendo que la muerte no es el final”


“En un momento de la celebración, las monjas cantaron el Resucitó, aquello me emocionó muchísimo, porque en ese instante yo me estaba preguntando el porqué de tanto sufrimiento”


Entrevista publicada en la revista Buenanueva. Victoria Luque.



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Comentarios

  1. Ese accidente ocurrió muy cerca de mi casa. De hecho fui testigo, pues iba a tomar la carretera donde ocurrió y ví que estaba cortada. Al pasar cerca, pude ver el coche de la otra parte. En él iba una madre con su hijo, y no sufrieron daños, aunque el motor del coche (un bmw x3) estaba tirado en el asfalto, la parte delantera había desaparecido. El lugar donde se estrellaron es una curva mal peraltada, en la que se coge mucha velocidad casi sin querer. También leí en prensa, que el coche de estos infortunados jóvenes iba a mas de 100 km/h, (en concreto 130), lo cual si se confirma, me parece una auténtica locura. Moraleja: cuidadito con los coches que los carga el diablo.

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  2. Gracias por compartir este testimonio amiga.
    Cuanto bien nos hace ser participes de la experiencias de fe que Dios da a los demás,también para las nuestras propias.
    Un abrazo.

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