Familias en Misión: "Mañana, donde Dios quiera"


Las familias de las que hablo en este artículo, marcharon de Misión en el
2001,posteriormente ha habido otros envíos de familias neocatecumenales, con la bendición correspondiente del Santo Padre.





"Voy a enviar un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te he preparado. Hazle caso y obedécele. (...) Si le obedeces fielmente y haces todo lo que yo diga, tus enemigos serán mis enemigos y tus adversarios mis adversarios". Así habla Yavhé al pueblo de Israel en el libro del Éxodo.

Ana de la Paz y Marcos Lafont oyeron esta Palabra hace diecisiete y quince años respectivamente; se la creyeron. Hoy, casados y con cinco hijos —el mayor de siete años—, cogen sus maletas y su prole para emprender una nueva vida en Paraguay. Van como misioneros a una ciudad —que linda con Asunción— llamada Mariano Roque Alonso.

Actualmente hay más de 200 familias en misión de las Comunidades Neocatecumenales en todo el mundo. Uno de los carismas de este Catecumenado de adultos de la Iglesia católica es la familia en misión; se trata de familias que, con sus hijos, hacen presente el estilo de vida de la familia de Nazareth, en humildad y alabanza, allí donde el obispo del lugar las requiere.

"Es como un salto en el vacío, pero sabiendo que Jesucristo salta contigo", señala Pepi López, madre de tres niñas, y dispuesta, junto a su marido, a ir de misión con su familia a Montevideo (Uruguay).

David Agudo y Pepi López han recibido el mandato de ser testigos del Evangelio con su propia vida, de labios del mismo Papa Juan Pablo II, durante el acto del Jubileo de las Familias celebrado el 13 de octubre de 2000 en la Plaza de San Pedro.

Ciento diez familias del Camino Neocatecumenal están ya dispuestas para emprender la marcha a los países del mundo donde se las ha requerido por los obispos de cada lugar. Otras sesenta familias se han quedado sin destino, por ahora.

Hambre de Dios


Ana de la Paz ya tiene experiencia de vida en la misión. Cuando ella contaba dieciocho años, sus padres dijeron a poner su vida, su fe, su seguridad en manos de Dios. Y en una convivencia de familias en misión fueron enviados a Dallas, en Estados Unidos, como misioneros del Camino Neocatecumenal.

Ana y sus hermanos acompañaron a sus padres: "Allí vi —dice Ana— cómo la gente necesita ver que hoy día se puede aprender a vivir como una familia cristiana. Mi marido y yo vamos a predicar con la vida misma, más que con palabras; quizás demos catequesis, o quizás no. No lo sabemos. Estaremos a disposición del obispo, haremos lo que él nos diga.

Como ama de casa con niños pequeños, mi testimonio hoy es entre cacerolas y pañales...; sin embargo, en la calle, en el mercado, en el colegio, continuamente me preguntan cómo es posible que tengamos cinco niños pequeños tal y como está la vida...

Mi respuesta no es otra que porque Dios existe, porque a mí Dios me da la fuerza; yo soy exactamente igual que las otras mujeres; también tengo ante mis ojos lo que supone la paternidad responsable, pero a mí se me da una fortaleza en la Iglesia, una fuerza que viene de Dios, y es lo que me hace ponerme en camino.

Yo sé que soy frágil, pero también sé que Dios es fiel, porque lo he experimentado en mi vida".

Marcos y Ana se casaron —comentan, entre risas— "con el cielo sobre nuestra cabeza, la tierra bajo nuestros pies, y Cristo entre las manos". No tenían casa propia, y con el sueldo humilde de Marcos, electricista de profesión, les era imposible comprar una casa.

"Primero vivimos en la casa de unos hermanos que están en Medellín (Colombia) como misioneros, luego en la casa de mis suegros —dice Marcos—, que estaban en Dallas de misión. Después, de alquiler, y ahora estamos en esta casa, que es de unos hermanos también misioneros". Ana apostilla: "Esta precariedad, a mí personalmente me invita a pensar que hoy estoy aquí, mañana donde Dios quiera, y pasado en el cielo".

"La Iglesia se ha portado conmigo como una madre, y el Señor no me ha dado la espalda —comenta Marcos—. Veo que mis hijos son obra del Señor, porque en mis planes no estaba, después de siete años de casado, tener cinco hijos; ni siquiera contemplaba —cuando comencé a salir con ella— el casarme con Ana.
Fue un auténtico milagro que yo pudiese respetar mi compromiso con Ana, mientras ella estuvo en Dallas, y no irme con otras chicas. Yo he visto que, cuando me he fiado del Señor, Él lo ha hecho todo bien".

Para nuestra conversión

David Agudo es el octavo de quince hermanos, y ya estuvo de misión con sus padres en Perú cuando apenas había entrado en la adolescencia: "Mis padres conocieron a Kiko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal, cuando éste empezó a vivir en las barracas de Palomeras (Madrid), entre los pobres.

Mi familia es de raza gitana, mis padres se dedicaban a vender quincalla, y cuando, a través de Kiko, mis padres conocieron a Jesucristo, se produjo tal cambio en sus vidas, que sintieron la imperiosa necesidad de manifestar lo que Dios había hecho con ellos.

Así, en 1987, fuimos a Perú como familia en misión, por una llamada expresa del Papa a la reevangelización de los pueblos de Iberoamérica. Al ser de las primeras familias en misión, y no haber ningún tipo de infraestructura, nos tocó vivir una situación de pobreza tremenda; sin embargo, esto ayudó a la gente de allí a comprender que nosotros, europeos al fin y al cabo, no éramos distintos a ellos; que sentíamos hambre y sed, igual que ellos".

David volvió a Madrid, pero esta experiencia le marcó de tal manera que —comenta— siempre ha sentido la necesidad de ir de nuevo de misión.

Pepi López explica: "Yo era reacia totalmente a todo esto; para mí, la llamada a la misión ha sido un encuentro individual del Señor conmigo. Se produce un desasosiego interior, una angustia tal, al ver que Dios te está pidiendo algo (sabes qué es, pero no quieres saberlo porque no quieres pasar por ahí), que tienes que dar una respuesta.

En esta tesitura, yo le dije al Señor que se hiciera su voluntad, que yo no podía luchar contra Él, y la primera sorprendida fui yo, cuando me vi en pie, levantada, en medio de la asamblea, tras escuchar la petición de familias para la misión.

Volvimos de Roma, de la convivencia de familias en misión, muy contentos. Muy agradecidos al Señor por contar con nosotros para dar al mundo lo que nosotros hemos recibido gratis. En realidad, la misión viene en ayuda de los misioneros; la misión está, sobre todo, para nuestra conversión"..Autor: Victoria Luque. Alfa y Omega. 2001

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