INESITA DICE AJO
Somos siete hermanos. Si nos ponemos uno al lado del otro, de mayor a menor, todos seguiditos, vamos decreciendo en altura y en “madurez”. Aunque si empiezas a mirarnos de abajo hacia arriba, es decir, de bajitos a altos, verás que somos la monda. Inés es la más pequeña, de momento.
Tiene tres meses, y todos sus hermanos alucinan con ella.-¡Mamá, ha dicho aaajooo .... dice Miguel, a voz en grito, seguido por el pasillo, casi pisándole los talones, por José, Cristina, Teresa, María y Victoria. Todos llegan a la cocina casi sin aliento.
--¡Mamá, mamá! Inés ha hablado.... explica Miguel, zarandeando a su madre, que tiene en las manos un cuenco lleno de gazpacho, y poco falta para que riegue con él todo el suelo de la cocina.
--¿De verdad ha dicho ajo? Pregunta la mamá de los siete acercando su rostro al de la bebé quien, mirándola con sus ojos vivos y brillantes, le regala la mejor de sus sonrisas. Después, Isabel, la mamá, se saca uno de sus pechos y lo acerca a la boca de la recién nacida. Los niños hacen corrillo alrededor de ella.
¿No te duele?, ¿No muerde? ¿Sale leche?, inquieren precipitadamente. Teresita, de cuatro años, posando sus ojos en los de su madre, melosa, pregunta: Mamita, ¿puedo yo entrar otra vez en tu tripa, igual que Inés?.
--No, tú ya eres mayor y no cabes. Pero es mejor vivir fuera de mi tripa, ahí dentro estás todo el día sin hacer nada, venga a dormir, y dormir, y comer, y comer.... aquí fuera saltas, corres, juegas, tienes amiguitas...es mucho más divertido. A Teresita la explicación la deja medio convencida, porque sí, se está mejor fuera, pero dentro también estaría muy calentita, y mamá la llevaría a todas partes...además, su mamá es la más guapa del mundo, y qué bien hace la comida...
FINO Y TINA, MISIONEROS
A la semana siguiente, los niños conocen a Fino y Tina. Son italianos, tienen diez hijos, y según cuentan, se dedican a “hablar de Jesús” a los que no lo conocen, y también a los que saben quién es Jesús, pero todavía no se han encontrado con El.
En fin, un lío.
El caso es que Fino toca muy bien la guitarra, y antes de cenar,
se han puesto a cantar salmos en italiano. Fina es una mujer alegre y gordita, ella cuenta a las niñas que, donde viven, hay muchos chinos y muy pocas chinas; también les dice que en ese país, Jesús es un extraño.
--Son misioneros, dice José a su hermano Miguel.
José, de mayor quiere ser, por este orden, futbolista, atleta, y misionero.
Futbolista, de los 18 a los 25 años, atleta, de los 25 a los 30,
y misionero, de los treinta en adelante.
José juega muy bien al fútbol, tiene técnica y es inteligente moviendo el balón.
--Cuando sea misionero –dice- además de evangelizar, de dar comida y de hacer pozos de agua, enseñaré a los niños a jugar al fútbol. Su madre, medio en broma, medio en serio, le contesta: -Yo me voy contigo, y te ayudo. Lavo la ropa, hago la comida, plancho, y organizo alguna escuela rural.
Miguel también se siente atraído por la cosa de la evangelización. Por las noches, en la cama, le gusta pensar que el arcángel Miguel ha derrotado a las fuerzas de Lucifer.
Que en una enorme batalla en el cielo, el mal ha sido vencido.
--Mamá, yo voy a ser fontanero, electricista, y piloto de avión,
para ir con José a las misiones, dice Miguel.
--Primero electricista, ¿eh?, que en esta casa la red eléctrica está fatal,
y para planchar en el dormitorio, hay que encender la luz del salón.
--Pero tengo una duda terrible, -señala Miguel, que todo se lo toma a la tremenda-;
no sé si quiero ser sacerdote misionero, o casarme y llevar a mi familia a las misiones. No lo sé.
Su madre se encoge de hombros, mientras mira de reojo a sus invitados italianos.
--Lo que sí sé, -prosigue- es que en cuanto llegue a China,
¡¡¡voy a buscar al conejito blanco!!!.
Imposible contenerse, y ante la mirada atónita de Miguel, su padre, su madre y los italianos también, prorrumpen en una enorme carcajada.
(Cuento: LOS SIETE VIAJAN A CHINA (I). Autor: Victoria Luque)
EL NOVIO DE TERESA
Piripi es el mote cariñoso del tío Jorge; tío de los siete hermanos de esta historia. Para abreviar, de Piripi pasó a llamarse Tío Pí , pero para Teresa, la protagonista de este episodio, su nombre es Tio Pisss. El tío Pisss ha llamado por teléfono desde Sevilla invitando a sus sobrinos a ir a la feria. Teresita, de cuatro años, y su primo Enmanuel se han vestido para la ocasión: Ella con un traje de flamenca celeste, con lunares blancos, y él de corto, con sombrero de ala ancha y botos incluidos. -Si yo sé esto, dice la madre de los siete, pongo una gorra en el suelo, y cobro por cada foto. ¡Menudo éxito tienen los niños!
A quien se tercie, Emmanuel le cuenta entre risas, con sus gafitas y su mirada de pillo:--Teresita y yo somos novios. Y Teresita añade: “Los primossss se pueden casar. Hay que pedir permiso al jefe blanco de la Iglesia, y si él quiere, puessss se pueden casar”. De todas formas, recientemente a Teresa le ha salido una rival. Una tal Laura, a quien Emmanuel tira los tejos.
--Ahora mi novia es Laura de mi clase, dice el infiel.
Pero Teresa, con su lengua de trapo, no se amilana:
-- Emmanuel esss novio de las dos. Nos casamossss en corro, y ya está.
--Ahora mi novia es Laura de mi clase, dice el infiel.
Pero Teresa, con su lengua de trapo, no se amilana:
-- Emmanuel esss novio de las dos. Nos casamossss en corro, y ya está.
EL CONEJITO CHINO
María tiene cinco años. Y está siempre alegre, aunque cuando llora, sus gritos se oyen a cien leguas a la redonda. Quizás influya que tiene las amígdalas muy grandes, y la voz profunda. No sé. El caso es que cuando llora, llora sin parar. Por lo demás, le falta un diente que se le rompió con el filo de una acera; es morena, con ojos vivarachos, delgadita de cara y de cuerpo. Muy agraciada. María de Nazareth, su abuela Carmen la “rebautizó” nada más nacer: --¡Qué bonita es Judea!, decía. ¡Cómo te mira! Y “Judea”, la miraba, como queriéndole decir, “sí, abuela, por Judea también anduvo Jesús, pero yo me llamo como el lugar donde vivió de pequeño, Nazareth”.
A su abuela este lapsus le duró unas semanas, no más.
El otro día, Miguel y mamá trajeron un conejito chino a casa. Precioso. María lo acariciaba continuamente. Lo sacaba de su cajita, lo tocaba, y lo volvía a meter. Lo volvía a sacar, y lo introducía nuevamente.
Así, una y otra vez.
El pequeño conejo, blanco, de ojos morados, llegó tranquilo, pero a las dos horas de estar en la casa, no paraba de pegar saltos. Estaba estresadísimo.
Mientras papá y mamá dormían la siesta, Miguel ha cogido al animalillo y lo ha puesto encima de la mesa de la cocina. El pobre conejo da un salto inoportuno, y cae al suelo. Miguel ve que no se mueve; llama a sus hermanos. Pronto está toda la familia alrededor del animal.
Mamá lo coge y lo lleva a otra habitación.
Al cabo de unas horas de incertidumbre, papá dice: --Niños, creo que el conejo estará mejor en China, con su familia. El pobre está aquí muy nervioso. Lo voy a llevar a la tienda donde lo hemos comprado. Desde allí, hará el viaje hasta su país.
--¿Y ya no lo veremos más?, preguntan a coro.
-Bueno, eso nunca se sabe, -dice mamá-. Quizás algún día, si vais a China, lo veáis allí con su padre, su madre y sus hermanos. Aunque es difícil, porque China es muy grande.
Todos lo han sentido mucho. Pero comprenden que es lo mejor para el conejo. María y Miguel no pueden contener las lágrimas.
Papá se lo lleva, con paso firme.
A su abuela este lapsus le duró unas semanas, no más.
El otro día, Miguel y mamá trajeron un conejito chino a casa. Precioso. María lo acariciaba continuamente. Lo sacaba de su cajita, lo tocaba, y lo volvía a meter. Lo volvía a sacar, y lo introducía nuevamente.
Así, una y otra vez.
El pequeño conejo, blanco, de ojos morados, llegó tranquilo, pero a las dos horas de estar en la casa, no paraba de pegar saltos. Estaba estresadísimo.
Mientras papá y mamá dormían la siesta, Miguel ha cogido al animalillo y lo ha puesto encima de la mesa de la cocina. El pobre conejo da un salto inoportuno, y cae al suelo. Miguel ve que no se mueve; llama a sus hermanos. Pronto está toda la familia alrededor del animal.
Mamá lo coge y lo lleva a otra habitación.
Al cabo de unas horas de incertidumbre, papá dice: --Niños, creo que el conejo estará mejor en China, con su familia. El pobre está aquí muy nervioso. Lo voy a llevar a la tienda donde lo hemos comprado. Desde allí, hará el viaje hasta su país.
--¿Y ya no lo veremos más?, preguntan a coro.
-Bueno, eso nunca se sabe, -dice mamá-. Quizás algún día, si vais a China, lo veáis allí con su padre, su madre y sus hermanos. Aunque es difícil, porque China es muy grande.
Todos lo han sentido mucho. Pero comprenden que es lo mejor para el conejo. María y Miguel no pueden contener las lágrimas.
Papá se lo lleva, con paso firme.
FINO Y TINA, MISIONEROS
A la semana siguiente, los niños conocen a Fino y Tina. Son italianos, tienen diez hijos, y según cuentan, se dedican a “hablar de Jesús” a los que no lo conocen, y también a los que saben quién es Jesús, pero todavía no se han encontrado con El.
En fin, un lío.
El caso es que Fino toca muy bien la guitarra, y antes de cenar,
se han puesto a cantar salmos en italiano. Fina es una mujer alegre y gordita, ella cuenta a las niñas que, donde viven, hay muchos chinos y muy pocas chinas; también les dice que en ese país, Jesús es un extraño.
--Son misioneros, dice José a su hermano Miguel.
José, de mayor quiere ser, por este orden, futbolista, atleta, y misionero.
Futbolista, de los 18 a los 25 años, atleta, de los 25 a los 30,
y misionero, de los treinta en adelante.
José juega muy bien al fútbol, tiene técnica y es inteligente moviendo el balón.
--Cuando sea misionero –dice- además de evangelizar, de dar comida y de hacer pozos de agua, enseñaré a los niños a jugar al fútbol. Su madre, medio en broma, medio en serio, le contesta: -Yo me voy contigo, y te ayudo. Lavo la ropa, hago la comida, plancho, y organizo alguna escuela rural.
Miguel también se siente atraído por la cosa de la evangelización. Por las noches, en la cama, le gusta pensar que el arcángel Miguel ha derrotado a las fuerzas de Lucifer.
Que en una enorme batalla en el cielo, el mal ha sido vencido.
--Mamá, yo voy a ser fontanero, electricista, y piloto de avión,
para ir con José a las misiones, dice Miguel.
--Primero electricista, ¿eh?, que en esta casa la red eléctrica está fatal,
y para planchar en el dormitorio, hay que encender la luz del salón.
--Pero tengo una duda terrible, -señala Miguel, que todo se lo toma a la tremenda-;
no sé si quiero ser sacerdote misionero, o casarme y llevar a mi familia a las misiones. No lo sé.
Su madre se encoge de hombros, mientras mira de reojo a sus invitados italianos.
--Lo que sí sé, -prosigue- es que en cuanto llegue a China,
¡¡¡voy a buscar al conejito blanco!!!.
Imposible contenerse, y ante la mirada atónita de Miguel, su padre, su madre y los italianos también, prorrumpen en una enorme carcajada.
(Cuento: LOS SIETE VIAJAN A CHINA (I). Autor: Victoria Luque)
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Precioso! que niños màs lindos tienes y que psicología para el conejito, ya veras la que te espera, tuvimos conejo (ya muriò), hamster (QUEPD) y ahora la Esperanza (ya tiene 14) ha llegado con dos ratones blancos (de esos de laboratorio) y los ha puesto en la que era la jaulita del hamster, al papá le ha dado un ataque, a mí al principio, ya estoy curada de espanto pero hay que tener cuidado con los perros (tambièn cazan ratones) besoossssss, Gloria
ResponderEliminarCuando una se muera estarà allà la Arca de Noè completa???? no sè, pero la Pepita era una conejita muy dulce.
ResponderEliminarNOsotros, de momento, vamos resistiéndonos a la invasión de animalitos... sólo hemos tenido un conejo blanco, una cobaya (vosotros creo que la llamais cui)y ahora mismo un hamster enano, que no da mucho trabajo.
ResponderEliminarEl perro, aunque están locos por tener uno, no cabría en ningún sitio. ¡¡¡Nuestra casa ya está a tope!!!
Me alegro de saber de ti, Gloria.
Muchos besos.